Debate: A necessidade de um Partido Anarquista Internacional
La necesidad del partido anarquista
Circulares de debate para la militancia anarquista
Este artículo es el primero de una serie de materiales elaborados para un proceso de discusión que se está desarrollando en la región de Buenos Aires entre grupos, colectivos, compañeros y compañeras anarquistas que desarrollan militancia en el ámbito sindical, territorial, estudiantil y cultural. Este proceso pretende ser una discusión transversal al sector especifista y clasista del movimiento anarquista en nuestro territorio. Al final del artículo, se encuentra detallado el cronograma de debate.
Circular nº 1
LA NECESIDAD DEL PARTIDO ANARQUISTA
1- EL SURGIMIENTO DEL MOVIMIENTO OBRERO Y DEL PROYECTO SOCIALISTA
Desde sus orígenes la sociedad capitalista plantea el antagonismo entre la burguesía y el proletariado. Antagonismo que en determinadas condiciones históricas se expresa de manera abierta, emprendiendo la clase obrera su lucha de clase contra su opresor. La historia de esta lucha –y por ende de la propia clase obrera, su constitución como sujeto político consciente– será aquí tratada de manera somera, pero será ampliada en sucesivas circulares.
Lo que es importante comprender en este punto es que, mediante su lucha, la clase obrera va constituyéndose en sujeto político: va tomando consciencia de su situación en la sociedad y se traza una estrategia para superarla. Fue en los primeros momentos de esta lucha que fue tomando forma, lentamente, el proyecto de construcción de una sociedad socialista.
Pero en las condiciones de explotación, dominio y alienación impuestas por el capitalismo, el proletariado puede presentar distintos niveles de consciencia sobre su situación. Puede tener una consciencia parcial de su situación, en tanto que propietaria de una mercancía particular (la fuerza de trabajo), con lo que buscará venderla en las mejores condiciones posibles –de la que se deriva una consciencia y estrategia reformista. O puede desarrollar una consciencia de su condición de expropiado de los medios de producción y de vida –de la que se deriva una consciencia y estrategia revolucionaria.
Pero el pasaje de un nivel de consciencia al otro no es lineal ni mecánico, ni se da de manera espontánea. Y si bien la consciencia reformista es una condición necesaria para el desarrollo de una consciencia revolucionaria, no es suficiente. El desarrollo de una consciencia revolucionaria es también determinado por el nivel de las relaciones de fuerza entre las clases, de la capacidad de la clase dominante de imponer su hegemonía y de la capacidad de la clase trabajadora de visualizar sus condiciones de vida en toda su dimensión. Esto es, la clase obrera no solo debe ser consciente de su condición de clase proletaria (o sea, de expropiada de sus medios de vida) sino también de la existencia de una estructura de dominación basada en la división del trabajo social que impone una división entre dirigentes y ejecutantes. Esto implica que el proletariado visualice, no solo el problema de la explotación sino que, tanto o más importante, se plantee también el problema de la autonomía, entendida como la capacidad de auto-dirigirse (con consciencia de su situación, de sus fines y sus medios), sin necesidad de delegar en otros la capacidad de dirección.
En la propia experiencia de lucha de la clase trabajadora y del movimiento obrero, han existido momentos en que la falta de consciencia sobre esta situación, han llevado a las revoluciones proletarias a encumbrar a minorías de “especialistas”, a la condición de gobierno y dirección revolucionaria, minorías que terminaron imponiéndose a las masas como una nueva casta dominante y explotadora (como ha sucedido en la Revolución Rusa con los bolcheviques) [1].
2- EL SURGIMIENTO DEL ANARQUISMO
En las condiciones impuestas por el capitalismo, el desarrollo de la consciencia se produce de manera diferenciada: en determinados momentos, ciertas fracciones o capas de la clase llegan a niveles de consciencia más avanzados, y se plantean objetivos de superación de la situación. Programas de acción más o menos desarrollados, que plantean de manera más o menos completa los intereses históricos del proletariado. Así, el surgimiento de las distintas corrientes políticas de la clase obrera es producto de la propia experiencia del proletariado.
El anarquismo surgió como un movimiento político social, como teoría revolucionaria, en el último tercio del siglo XIX en el seno de la I Internacional. A partir de allí, comenzaron a sintetizarse elementos de la propia experiencia de la lucha de la clase trabajadora, que venía desarrollándose desde fines del siglo XVIII. Como plantea George Fontenis en el Manifiesto Comunistas Libertario:
Esta doctrina, o teoría, aparece como reacción de los trabajadores socialistas organizados. Está, en todo caso, ligada a una progresiva agudización de la lucha de clases. Es un producto histórico que se origina de ciertas condiciones en la historia, -a raíz del desarrollo de la sociedad de clases- y no a través de la crítica idealista de unos cuantos pensadores específicos.
El rol de los fundadores de la doctrina, principalmente de Bakunin, fue expresar la verdadera aspiración de las masas, sus reacciones y experiencias, y no el crear artificialmente una teoría, confiando en un análisis puramente ideal y abstracto o en teorías anteriores. Bakunin -y con él James Guillaume, luego Kropotkin, Reclus, J. Grave, Malatesta y otros- comenzaron a mirar la situación de las asociaciones de obreros y los cuerpos de campesinos, y como se organizaban y luchaban.
La especificidad del anarquismo está dada por haber observado en las luchas del proletariado sus tendencias anticapitalistas, pero también antiautoritarias, libertarias: la búsqueda de suprimir la diferencia entre dirigentes y ejecutantes. Aunque estas tendencias convivían con otras (ya sean reformistas o autoritarias). De ahí se deriva el carácter del programa anarquista: el federalismo, la acción directa, la construcción del poder de abajo arriba, y la certeza de la necesidad de la adecuación entre los fines y los medios. Si “la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos” no se pueden adoptar medios incongruentes con ese fin. No puede existir una organización de una minoría del proletariado que substituya a la clase misma en el proceso de emancipación. Debe ser el conjunto del proletariado el que se autoemancipe, y para eso debe constituirse en su propia dirección.
3- EL PARTIDO ANARQUISTA [2]
Es de las condiciones establecidas en el punto uno (a saber: a- que la clase obrera se constituye en sujeto político en su experiencia de lucha con la burguesía; b- que el desarrollo de una consciencia revolucionaria y de un proyecto consecuente es un proceso contradictorio, que no se producirá de manera espontánea) que se deriva la necesidad de que los anarquistas nos organicemos como colectivo en una organización específica o partido, unida en torno a un programa anarquista, para unificar estrategia y táctica y desarrollar una línea política hacia las masas.
En primer lugar, la acción colectiva, responsable y disciplinada de los anarquistas es un imperativo que permite acrecentar la eficiencia de los individuos en su intervención entre las masas. Es una obviedad decir que la acción colectiva de un grupo de individuos potencia sus capacidades (desde acciones de propaganda ideológica y de agitación, hasta la elaboración de teoría y lineamientos políticos, acciones estas últimas que solo pueden hacerse de manera colectiva). Pero además, solo una organización anarquista, en la que se reúnen compañeras/os de distintas procedencias, con distintas experiencias, pueden emprender un análisis de la totalidad de la situación social y comprender las tendencias políticas que se desarrollan en la lucha de clases para proponer cursos alternativos de acción tendientes a la realización de un proyecto libertario en las masas.
Pero no consideramos que el partido anarquista se baste a sí mismo, porque la revolución no será obra de los anarquistas, ni podemos esperar a que el conjunto de la clase trabajadora se vuelva anarquista. Mucho menos podemos caer en una posición y práctica que busque sustituir la acción revolucionaria de la clase trabajadora, cosa que derivaría en un resultado completamente contrario al buscado: la construcción del comunismo libertario, entendido como la autogestión, no solo de la producción, sino de la totalidad de la vida social.
La revolución deberá ser obra del proletariado mismo. Por ende, es la clase en su conjunto la que debe constituirse en una “organización política revolucionaria”. Solo la clase en su conjunto puede constituir el partido de la revolución. Por esto entendemos que debe ser la clase la que adopte un programa revolucionario, constituyendo además los órganos de poder obrero y su autodirección para llevar adelante la transformación revolucionaria [3].
Es de esta consideración, y de la observación sobre los procesos de toma de consciencia que se deriva, en segundo lugar, la necesidad de la organización específica de los anarquistas. El partido anarquista debe actuar de modo tal de promover acciones cada vez más radicalizadas y combativas de parte de la clase trabajadora; de promover el desarrollo de la consciencia obrera; de promover la construcción de un programa revolucionario en el seno de las masas; de promover la gestación de la organización política de la clase.
El Manifiesto Comunista Libertario lo expresó de una manera más clara:
La vanguardia debe ponerse a sí misma la tarea de desarrollar la responsabilidad política directa de las masas, debe apuntar a incrementar la habilidad de las masas para organizarse a sí mismas. Por esto, el concepto de liderazgo es natural y aumenta la consciencia. Del mismo modo, los militantes mejor preparados y más maduros al interior de la organización, tienen el rol de guiar y de educar a los otros miembros, para que todos queden bien informados y alertas, tanto en el terreno teórico como práctico, para que todos puedan ser protagonistas a su turno.
La necesidad de la creación de una organización anarquista (partido) debe rastrearse en los propios orígenes del anarquismo como corriente política. Si bien el período que va de la I Internacional hasta la década del ’30 del siglo XX parece estar dominada por el anarcosindicalismo, en realidad el “especifismo” cuenta con antecedentes históricos muy importantes. El primero de ellos es la propia Alianza Internacional de la Democracia Socialista, impulsada por Bakunin, James Guillaume, Eliseo Reclús y muchos otros internacionalistas.
La Alianza era una organización político revolucionaria, que tomó el carácter de clandestina, debido a la fuerte represión de los regímenes autocráticos de Europa. Su estructura interna era deudora de las experiencias francmasonas. Sin embargo, era una organización en la cual sus miembros se encontraban unidos por la libre iniciativa para la acción colectiva, sin formalidades, sin solemnidades ni ritos misteriosos. La unión estaba dada por la por la confianza mutua y el entendimiento de que la unidad era preferible a la acción aislada.
Los miembros de la Alianza ingresaron a la I Internacional. Para ellos,
La Alianza es el necesario complemento de la Internacional. […] Pero la Internacional y la Alianza, aun cuando tienden a la misma finalidad, al mismo tiempo persiguen objetivos diferentes. Una tiene la misión de agrupar las masas obreras, los millones de trabajadores, a través de las diferencias de las naciones y los países, a través de las fronteras de todos los Estados, en un solo cuerpo, inmenso y compacto; la otra -la Alianza- tiene la misión de dar a esas masas una orientación realmente revolucionaria. Los programas de una y otra, sin que en modo alguno sean opuestos, son diferentes por el grado mismo de su respectivo desarrollo. El de la Internacional, si se lo toma con toda la seriedad del caso, contiene en germen, pero solo en germen, todo el programa de la Alianza. El programa de la Alianza es la explicación última del programa de la Internacional [4].
En este sentido, la Internacional tenía por objetivo reunir a la masa obrera. Era desde esta organización –que para los aliancistas debía tener un contenido propiamente sindical, de defensa de los intereses de la clase obrera en el terreno económico– que se podría realizar un avance de la consciencia en sentido revolucionario. En su seno, los aliancistas debían actuar a fin de generar una radicalización del movimiento obrero.
Pero esta historia no se agotó allí. El especifismo encuentra otro importante referente en la experiencia del movimiento anarquista italiano. Experiencia que se encuentra sintetizada por la pluma de uno de sus principales organizadores y propagandistas: Errico Malatesta. A lo largo de su vida, el militante italiano impulsó y participó de diferentes organizaciones anarquistas: entre ellas podemos nombrar el intento de fundar un Partido Internacional Anarquista Socialista y Revolucionario a partir del periódico L’ Agitazione (1889), así como la Unión Anarquista Comunista Italiana (formada luego de la primera guerra mundial, la que luego de su primer congreso reduciría su nombre a UAI y con una importante influencia en el seno de la Unión Sindical Italiana).
Pero fue en el período de entreguerras en que el especifismo experimentó un importante impulso, particularmente a partir de las conclusiones de la Revolución Rusa extraídas por el grupo de anarquistas rusos en el exilio (del que participaban Makhno, Archinov, Ida Mett entre otros). Para ellos, la experiencia de la Revolución Rusa, y el triunfo bolchevique estaban dados, en parte, por el (deficiente) estado organizacional del movimiento anarquista. Estado derivado de sus deficiencias teóricas, en la interpretación falaz del principio individual dentro del anarquismo y de su derivación a la irresponsabilidad. Este balance se publicó en la Plataforma organizativa por una Unión General de Anarquistas, en 1926. En esta Plataforma se plantea la necesidad de construir una organización basada en los siguientes principios: unidad ideológica, unidad táctica o método colectivo de acción, responsabilidad colectiva y federalismo.
La publicación de este documento suscitó un fuerte debate al interior de las filas anarquistas, sobre todo en torno a los primeros tres principios. Se criticó la posibilidad de la existencia de una unificación teórica del anarquismo, a la vez que los principios de unidad táctica y responsabilidad colectiva, fueron criticados en defensa de la autonomía de los grupos y de los individuos. En su lugar fue propuesto otro modelo organizativo, la Síntesis (redactada por el francés Sebastien Faure). Este modelo alternativo proponía la convivencia en el seno de una organización de la totalidad de las corrientes del anarquismo (anarcocomunistas, anarcosindicalistas y anarcoindividualistas) por medio de una síntesis teórica [5]. A la vez, se garantizaba total autonomía a grupos e individuos respecto de la federación. Sin embargo, una organización de tal tipo, si bien puede permitir a las distintas corrientes una coordinación en campañas y acciones comunes, por otro lado no garantiza una acción colectiva, coherente y organizada en pos de un objetivo definido.
En el debate, los sintetistas propusieron distintas organizaciones como ejemplos históricos y prácticos de su propuesta (entre ellos la UAI y la Confederación Nabat de Ucrania), sin embargo, un estudio de sus formas organizativos nos demuestran que estas organizaciones presentan también tendencias al plataformismo [6].
Otro referente importante sobre este punto, más cercano a nuestra experiencia, es la Federación Anarquista Uruguaya (FAU). Esta federación surgió de la confluencia de la militancia anarquista de las Juventudes Libertarias, de la Federación de Estudiantes Universitarios Uruguayos, de distintos ateneos libertarios y principalmente de los Gremios Solidarios y autónomos. A partir de 1962, producto de un debate sobre el significado de la Revolución Cubana, se acercó a conclusiones similares a las de la Plataforma, constituyéndose en una importante organización anarquista, de gran influencia en el medio obrero y popular y participando a partir de su Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales, en acciones de carácter armado. La historia de la FAU, muestra la transformación de una organización de características similares a las propugnadas por la Síntesis, en una organización mucho más coherente en su accionar, que constituye un referente ineludible para los especifistas latinoamericanos actuales.
4- LA RELACIÓN ENTRE EL PARTIDO ANARQUISTA Y LAS MASAS
Es necesario realizar algunas precisiones sobre la dialéctica que se desarrolla entre el partido anarquista y las masas. En primer lugar, tener consciencia sobre este problema nos permitirá no solo evitar el “sustitucionismo” y “dirigencialismo” propio de las corrientes revolucionarias autoritarias, sino también tener en claro cómo es el proceso de gestación del partido anarquista mismo. Porque la creación del mismo no puede “decretarse”, sino que es el resultado de la experiencia propia de la vanguardia (minoría anarquista), de su grado de inserción en la lucha de clases y del desarrollo mismo de esa lucha de clases. Solo mediante un proceso de elaboración política (de teoría y de práctica) se constituirá el partido anarquista, lo cual se verá plasmado en su programa revolucionario [7].
Pero más allá de esto, atendiendo a los objetivos generales del partido anarquista (fomentar la acción autónoma de la clase y que esta asuma un programa comunista libertario), debemos prestar particular atención a la relación entre el partido y las masas, para derivar de ello las acciones concretas del mismo, sus políticas y sus prácticas.
4.1.- El programa revolucionario
El primer punto que debemos abordar para clarificar el rol del partido anarquista y su lugar en la construcción de la autonomía obrera es el problema del programa. Buscamos que el proletariado adopte el comunismo libertario como objetivo y se autodirija en ese sentido, evitando el surgimiento de burocracias que, en supuesta representación del interés histórico del proletariado, se conviertan en una nueva clase opresora.
En este punto es donde la relación entre el partido y las masas se vuelve más complejo. Porque el programa no puede ser una creación de laboratorio, realizada por el partido, para luego ser ofrecido o impuesto a las masas. Nuevamente, el Manifiesto Comunista Libertario sintetiza esta visión:
… un programa revolucionario, el programa anarquista, no puede ser creado por un grupúsculo para luego imponerse a las masas. Es lo opuesto lo que debe ocurrir: el programa de la vanguardia revolucionaria, de la minoría activa, puede tan sólo ser expresión- concisa y poderosa, clara tan consciente como simple- de los deseos de las masas explotadas llamadas a hacer la Revolución. En otras palabras: la clase antes que el partido.
¿Pero cómo se logra esto? Por medio de un proceso complejo, contradictorio, que combina el estudio de la realidad social (condiciones objetivas), de las relaciones de fuerza entre las clases, de las tradiciones de lucha y organización de la clase (y el resto del pueblo) en la región, de las tendencias que se expresan en las luchas reivindicativas y políticas de la clase, con la propia práctica impulsada por el partido. En este sentido, la elaboración programática no está basada nada más que en un estudio “enciclopedista”, ni estadístico de la realidad sino que, sobre todo, debe estar asentado en la experiencia de lucha de la clase. Y esto solo puede lograrse por la inserción del partido en las organizaciones de la clase.
Como método de trabajo, a la hora de elaborar el programa, se debe rehuir del esquematismo y de la concepción del programa como un proyecto acabado. Este es un error en el que caen numerosas corrientes revolucionarias, que al encontrarse con incongruencias entre su programa y la realidad, terminan forzando la realidad para hacerla entrar en sus categorías, responsabilizando de sus fracasos a la falta de madurez de las condiciones objetivas y subjetivas. Esta es una visión idealista del proceso de construcción política, que debe ser reemplazada por una actitud en la que prevalezca cierto empirismo, que dé lugar a un ejercicio de prueba y error y, sobre todas las cosas, que permita la adecuación del programa a nuevas condiciones que antes no se habían contemplado y/o desarrollado.
Es por esta razón que no creemos que la elaboración del programa revolucionario sea una relación unidireccional, que partiendo del partido deba ser adoptado por las masas. Por el contrario, el programa se irá desarrollando a partir de la interacción, siempre dinámica, entre el partido y las masas. Al partido le corresponde realizar un trabajo de síntesis entre la experiencia de la clase obrera con el objetivo finalista (comunismo libertario) y los medios para llegar a ella [8].
José Antonio Gutiérrez Dantón [9] expresa claramente cómo debemos entender el programa revolucionario:
Un programa revolucionario es, en breves palabras, un conjunto de propuestas muy precisas y concretas para avanzar hacia transformaciones sociales de fondo. No es la teoría revolucionaria, sino que es la aplicación de esa teoría para comprender y transformar la sociedad concreta. Parte de un análisis de la sociedad actual, estudia las condiciones actuales del terreno para la lucha de clases, identifica los problemas más urgentes y las condiciones para desarrollar un movimiento; estudia potenciales aliados y enemigos; y propone una serie de transformaciones, así como una vía para alcanzarlas mediante la lucha.
En todos estos momentos de la elaboración del programa, la teoría sirve de guía. La teoría no entendida como dogma, sino como una herramienta para comprender mejor el mundo. Este programa nos orienta en la acción y nos entrega propuestas claras con las cuales podemos convertir el anarquismo de una “linda idea que es impracticable” en una alternativa clara al presente de opresión y explotación. Los programas revolucionarios no deben ser tomados como las tablas de Moisés, sino que deben ser re-evaluados, actualizados o modificados constantemente. El programa debe conservar, en todo momento, su relevancia, actualidad y ante todo, debe tener un cable a tierra mediante una práctica colectiva y definida.
Ciertamente, esta aproximación programática requiere pasar de las consignas a las propuestas; y requiere pasar de la crítica de la realidad, al estudio crítico de la realidad. Si el anarquismo quiere alcanzar la mayoría de edad como movimiento político, no podemos contentarnos con fórmulas fáciles ni con la ausencia de propuestas que reina en nuestros círculos. En un esclarecedor artículo, el pensador libertario Camillo Berneri, señalaba en este sentido lo siguiente:
“El enemigo está ahí: es el Estado. Pero el Estado no es sólo un organismo político, instrumento de conservación de las desigualdades sociales; es también un organismo administrativo. Como estructura administrativa, el Estado no se puede abolir. Es decir, se puede desmontar y remontar, pero no negarlo, porque esto paralizaría el ritmo de la vida de la nación, que late en las arterias ferroviarias, en las venas telefónicas, etcétera.
¡Federalismo! Es una palabra. Es una fórmula sin contenido positivo. ¿Qué nos ofrecen los maestros? La premisa del federalismo: la concepción antiestatal, concepción política y no fundamentación técnica, miedo a la centralización y no proyectos de descentralización
He aquí, por el contrario, un tema de estudio: el Estado en su funcionamiento administrativo. He aquí un tema de propaganda: la crítica sistemática del Estado como órgano administrativo centralizado y por lo tanto incompetente e irresponsable. Cada día la crónica de sucesos nos ofrece materia para esa crítica: millones desperdiciados en malas especulaciones, en lentitudes burocráticas; polvorines que saltan por los aires por incuria de los gabinetes “competentes”; latrocinios a pequeña y gran escala, etcétera. Una campaña sistemática de este tipo podría atraer sobre nosotros la atención de muchos que no se conmoverían en absoluto leyendo Dios y el Estado.
¿Dónde encontrar a los hombres que puedan alimentar regularmente esta campaña? Los hombres están. Es necesario que den señales de vida. ¡Se necesita una movilización! Profesionales, empleados, profesores, estudiantes, obreros, todos viven en contacto con el Estado o al menos con las grandes empresas. Casi todos pueden observar los daños de la mala administración: los derroches de los incompetentes, los robos de los bribones, los impedimentos de los organismos mastodónticos.
(...) ¡Hay que regresar al federalismo! No para tumbarse en el diván de la palabra de los maestros, sino para crear el federalismo renovado y robustecido por el esfuerzo de todos los buenos, de todos los capacitados.”
(Pagine Libertarie, Milán, 20 de noviembre de 1922)
Para nosotros, la relación entre el partido anarquista y las organizaciones de masas es una relación dialéctica, de influencias recíprocas. Pero no dejará de ser una relación contradictoria. Será de la resolución de dichas contradicciones entre ambas organizaciones que se irá desarrollando el programa revolucionario.
4.2.- La intervención política del partido en períodos prerrevolucionarios
Si el objetivo del partido anarquista es que la clase obrera se emancipe del yugo del capital, destruyendo toda forma de dominación, para esto debe ser un agente partícipe del proceso de construcción, desarrollo y crecimiento de las organizaciones populares desde las que surgirá el poder proletario. Esta debe ser una de las principales tareas a las que se aboque el partido. Solo mediante una participación directa en estas organizaciones podrá desarrollar su programa y propagarlo.
Las organizaciones de la clase se han constituido con el fin de resistir al capitalismo y si bien en su fundación fue determinante el papel de minorías militantes, en la actualidad preceden a nuestra militancia. Nuestro accionar revolucionario se desarrolla en el seno de una clase que ya se encuentra (al menos parcialmente) organizada. Sin embargo, como dijimos antes, estas organizaciones de masas están constituidas para la resistencia y en su mayoría se encuentran fuertemente burocratizadas e incorporadas al sistema de dominación, sin proyectar un cambio revolucionario.
En ellas conviven, además, junto con las orientaciones (predominantemente) reformistas otras corrientes con intenciones revolucionarias autoritarias. Por esta razón, el partido anarquista debe intervenir en estas organizaciones, de modo de realizar una disputa por la orientación de las organizaciones, propagando su programa y métodos de organización y lucha.
Pero dicha orientación no puede ser ejercida de manera externa a las organizaciones de la clase. Las propuestas del partido no pueden ser impuestas sino que deben ser asumidas por las masas. Esta influencia se logrará mediante la presencia activa y coordinada de los militantes anarquistas. El ejemplo práctico de los miembros del partido entre la base obrera será el vehículo para llevar adelante la influencia sobre la clase, y así disputaremos la orientación de estas organizaciones, incorporando cada vez a más trabajadores en la vida de la organización, sus decisiones y la ejecución de sus acuerdos.
Este accionar es fundamental para lograr una orientación real entre las masas
Para prevenir [el aislamiento de la masa, convertirse en una patrulla perdida] , la minoría debe mantenerse en contacto con eventos y con el medio de los explotados- debe observar las más pequeñas reacciones, las más pequeñas revueltas o logros, estudiar la sociedad contemporánea en sus más mínimos detalles, sus contradicciones, debilidades y posibilidades de cambio. En este sentido, desde que la minoría toma parte en todas las formas de resistencia y de acción, (que pueden ir desde las demandas al sabotaje, de la resistencia secreta a la revuelta abierta) mantiene la chance de guiar y desarrollar aún las más pequeñas revueltas (George Fontenis, Manifiesto Comunista Libertario).
Sobre este tema, Errico Malatesta llamaba a los anarquistas a que
Entremos en todos los sindicatos obreros, hagamos otros nuevos […]. Pongámonos en la primera fila en las huelgas, provoquémoslas siempre para ahondar el abismo entre patrones y obreros y empujemos siempre las cosas cuando más adelante mejor. […] Cuando suceda alguna rebelión espontánea […] corramos a mezclarnos y busquemos de hacer consistente el movimiento exponiéndonos a los peligros y luchando junto con el pueblo. Luego en la práctica, surgen las ideas, surgen las ocasiones. Organicemos, por ejemplo un movimiento para no pagar los alquileres; persuadamos a los trabajadores del campo de que se lleven las cosechas para sus casas, y si podemos, ayudémoslos a llevárselas y a luchar contra dueños y guardias que no quieran permitirlo. Organicemos movimientos para obligar a los municipios a que hagan aquellas cosas grandes o chicas que el pueblo desee urgentemente, como, por ejemplo, quitar los impuestos que gravan todos los artículos de primera necesidad. Quedémonos siempre en medio de la masa popular y acostumbrémosla a tomarse aquellas libertades que con las buenas formas legales nunca les serían concedidas [10].
Pero con esta actividad no alcanza para producir el avance de nuestro proyecto revolucionario. Junto con la actividad en el seno de las masas, se debe realizar otra tarea, que es atribución permanente y exclusiva del partido. Nos referimos a la propaganda directa de su programa y línea política. Esta clase de actividad toma forma a través de la prensa escrita, conferencias, campañas de agitación y reivindicación, etc. Son tareas que podríamos considerar eminentemente políticas que, en principio, no pueden ser asumidas por las organizaciones de la clase, ocupadas más bien en las luchas reivindicativas.
Pero la separación entre las organizaciones de masas y el partido anarquista, no está animada en la concepción de que la economía y la política son esferas diferenciadas de la sociedad capitalista, correspondiendo la lucha económica a las organizaciones de la clase y la político/ideológica a la organización anarquista. Sobre este punto ahondaremos en una próxima circular. Ahora basta con decir que rechazamos tanto la visión esquemática de la sociedad como dividida entre una “estructura” económica y una “superestructura” político-jurídico-ideológica, determinada por la primera. También rechazamos la visión que presenta a esas dos instancias como autónomas. Por el contrario, creemos que la dominación capitalista es tanto “económica” como “política”, y que la misma se realiza por medio de mecanismos propios de ambas “esferas”. El estudio sobre las especificidades y relaciones entre una y otra debe ser profundizado de cara a la elaboración de un programa revolucionario.
En tanto que nuestra política apunta a la constitución de una organización político-revolucionaria de la clase, nosotros no vamos a las organizaciones de masas a hacer “economicismo”. Lo que nos interesa, es fomentar la politización, y la conformación de un programa libertario y la adopción del mismo por las masas.
Pero, repetimos, para que esto suceda, el sindicato (o las organizaciones de masas en general) debe poder agrupar en su seno a la mayoría de la clase trabajadora, independientemente de sus orientaciones políticas, poniendo como eje la defensa de los intereses de clase. No podemos imponerle una definición ideológica. Solo la experiencia de lucha le permitirá ir asumiendo un proyecto revolucionario. Nuevamente Malatesta nos ilustra mejor sobre este punto:
Para que el sindicato pueda servir a su propio fin y, al mismo tiempo, ser un medio de educación y un campo de propaganda para una futura transformación social radical, es necesario que reúna a todos los trabajadores […]. ¿Se quiere quizás esperar a que los trabajadores se vuelvan anarquistas antes de invitarlos a organizarse y antes de admitirlos en la organización? […]En este caso el sindicato constituiría el duplicado del grupo anárquico y sería impotente para obtener mejoras y para hacer la revolución […].
A mi parecer los anarquistas no deben querer que los sindicatos sean anarquistas, pero deben actuar en su seno a favor de los fines anarquistas, como individuos, como grupos y como federaciones de grupos. […] Los grupos anarquistas no deberían pretender que las organizaciones actuaran como si fueran anarquistas, sino que deberían esforzarse para que éstas se aproximen lo más posible a la táctica anarquista” [11].
Es por esto que no desdeñamos las luchas reivindicativas. Primeramente, consideramos que las mismas, y las tendencias que en ellas operan, son el sustrato sobre el que los anarquistas podremos elaborar una propuesta política, y será en el desarrollo de esas luchas que el conjunto de la clase irá construyendo y adoptando su proyecto político libertario. Pero además, las luchas de la clase obrera en el lugar de trabajo contra los ritmos de producción, los métodos de organización del trabajo, etc. ponen en discusión el dominio del capital sobre el trabajo. Lo que se presenta como una lucha “económica”, muchas veces invisible, es un enfrentamiento a la burguesía a la vez que expresa, en germen, el contenido del socialismo: autogestión.
4.3.- La intervención política del partido anarquista en el período revolucionario
Si bien el objetivo del partido anarquista es el de lograr que las masas adopten el programa comunista libertario, no podemos creer que una vez llegado ese momento vaya a desaparecer.
El surgimiento de los órganos de poder obrero, no harán desaparecer de un día a otro a las corrientes burocráticas, reformistas y/o autoritarias. Por el contrario, en ese momento se producirá una agudización de la lucha de clases, que se trasladará al seno de las organizaciones de poder obrero. Esta afirmación no es producto de una especulación teórica, sino que es una constatación de los procesos revolucionarios. Sucedió así en Rusia en febrero de 1917 y en España en 1936. En los primeros tiempos de la Revolución Rusa, la tendencia predominante en el interior de los soviets eran los mencheviques (reformistas), y solo más adelante fueron radicalizándose, para que finalmente, en un golpe de oportunismo, los bolcheviques tomaran el Palacio de Invierno erigiéndose en partido gobernante, transformando en el breve lapso de 4 años al régimen soviético en la dictadura del partido sobre la clase, del comité central sobre el partido y del buró sobre el comité central.
Por esta razón, en los primeros momentos de la revolución, el partido deberá permanecer activo, tomando para sí nuevas tareas: el combate no solo a la reacción burguesa, sino también a las corrientes que quieran montarse sobre la revolución para llevar adelante sus proyectos particulares. En su polémica con Anton Pannekoek, Cornelius Castoriadis [12] afirma:
La clase obrera que formará estos consejos no será una clase diferente de la que existe en la actualidad; habrá dado un enorme paso hacia delante, pero, tomando una expresión célebre, todavía llevará los estigmas de la situación de la que precede. Todavía estará dominada en su superficie por influencias profundamente hostiles, a las que en un principio solo se opondrán su voluntad revolucionaria todavía confusa y una vanguardia todavía minoritaria. Esta, con todos los medios compatibles con nuestra idea fundamental de la autonomía de la clase obrera, tendrá que aumentar y profundizar su influencia en los consejos, y ganar para su programa a la mayoría. Incluso quizás tenga que actuar antes. ¿Qué tendrá que hacer si, representando a un 45% de los consejos, llega a su conocimiento que un partido neostalinista cualquiera se prepara para tomar al poder al día siguiente? ¿No tendrá que intentar apoderarse de él inmediatamente?
[…]
El único momento en que el partido puede acercarse a un papel de dirección efectiva, de cuerpo que intenta imponer su voluntad incluso por la violencia, puede ser en una cierta fase del período revolucionario que precede inmediatamente al desenlace de éste; algunas decisiones prácticas importantes pueden tener que ser tomadas en otro lugar distinto a los consejos si representantes de organizaciones de hecho contrarrevolucionarias participan en ellos, y el partido puede comprometerse bajo la presión de las circunstancias en una acción decisiva incluso si no es seguido en los votos por la mayoría de la clase.
Una anécdota de la Revolución Rusa puede ilustrar este punto. En octubre de 1920 una delegación de varias unidades del Ejército Rojo de Moscú se reunieron en Járkov con los anarquistas de la Confederación Nabat para proponerles “tomar el poder”. “Volin y sus compañeros les explicaron ingenuamente que los anarquistas no buscaban el poder, que las ‘masas’ debían actuar por su propia cuenta y declinaron amablemente la oferta. Anatol Gorelik relata también el incidente y agrega que, si los anarquistas lo hubiesen querido, hubiesen podido tomar el poder en Ucrania, por ser tan grande el prestigio revolucionario de ellos entre los soldados del Ejército Rojo y los trabajadores: ¡había en eso sin embargo mucho por meditar sobre las diferentes acepciones del término ‘poder’!” [13]. Como puede notarse, en aquel momento, una acción encabezada por los anarquistas podría haber derrocado al régimen bolchevique, en un contexto en que comenzaban a generalizarse las huelgas y revueltas contra el comunismo de guerra, y hacer realidad la consigna “¡Todo el poder a los soviets!”.
5. PRINCIPIOS ORGANIZATIVOS
Según nuestra consideración, el partido anarquista debe prefigurar las formas del comunismo libertario. En su seno no puede haber lugar a la existencia de desigualdades de poder, ni puede existir la división entre dirigentes y ejecutantes, propia de las organizaciones autoritarias. Pero a la vez, en tanto que nos organizamos con un fin concreto (la intervención entre las masas para realizar la revolución), en torno a un programa político claro, debemos buscar una serie de principios organizativos que nos permitan llevar adelante dicho programa. De la unidad programática se derivan los demás principios organizativos, que tienden a la búsqueda de la unidad en la acción, por sobre la acción individual y aislada.
En tanto que la unidad de la organización estará basada en el acuerdo político programático, descartamos la posibilidad de la existencia de una organización general de los anarquistas. Por el contrario, aceptamos la posibilidad de la existencia de distintas organizaciones partidarias del anarquismo, basadas en diferencias de carácter programático.
Una última consideración que hace falta hacer es que en este texto no buscamos elaborar la forma organizativa concreta que debe tomar el partido anarquista. La estructura de una organización deberá responder a las propias necesidades de la misma, las cuales se encuentran condicionadas por la lucha de clases, su inserción en esta y sus objetivos. Sí nos interesa dejar planteados los principios básicos de dicho partido.
5.1. Unidad programática
El partido anarquista solo tiene razón de ser en función de un programa político. Es en torno a aquél que los militantes se reúnen, organizan y militan. En este sentido, podemos decir que sin programa no hay partido. Como ya se dijo en el punto 4.1., el programa es el conjunto de propuestas para realizar la revolución. En tanto tal, no es la teoría revolucionaria, sino la aplicación de esa teoría para comprender y actuar en una situación social concreta. En este sentido, no alcanza con “ser anarquistas y estar de acuerdo en la necesidad de la revolución” para ser miembro del partido, sino que se debe acordar con las políticas propuestas por el mismo.
Esta concepción excluye del seno del partido a aquellos anarquistas que niegan elementos fundamentales de nuestro programa, como puede ser la participación en las organizaciones de la clase, para radicalizarlas y que sean las protagonistas de la revolución.
El programa se constituye así en la piedra basal del partido, y por ende es el ordenador de toda la política del mismo. Todas las actividades del mismo deben ser coherentes y estar en concordancia con los postulados programáticos.
5.2. Unidad estratégica y unidad táctica
Este punto se deriva del anterior. Toda acción del partido debe estar ordenada estratégica y tácticamente de manera coherente con el programa. Esta unidad es la única garantía de tomar una acción común en pos de un objetivo igualmente común. Este principio organizativo es la garantía para evitar la existencia de tácticas muchas veces contradictorias entre sí, que redundan en un desperdicio de esfuerzos. El Manifiesto Comunista Libertario expresa este problema del siguiente modo:
Teniendo al programa como base, la organización trabaja una dirección táctica general. Esto le permite explotar todas las ventajas de la estructura: continuidad y persistencia en el trabajo, las habilidades y fortalezas de unos llenando las debilidades de otros, concentración de esfuerzos, ahorro de energías, la facultad de responder a las necesidades y circunstancias con la máxima efectividad en cualquier momento.
Pero esto no debe confundirse con la existencia de una estrategia y tácticas únicas. Por el contrario, entendemos que un partido que actúa a nivel nacional deberá enfrentarse a una realidad diversa, propia de la diversidad de situaciones que se encuentran en una sociedad regida bajo un Estado nacional. En este sentido, pueden existir tácticas diferentes en las distintas provincias, según la estructura social y las relaciones de fuerza que se viven en las mismas. Pero además, dentro del marco de un programa y una estrategia general, pueden existir distintas tácticas para responder a un mismo problema, razón por la cual es imposible reducir a la organización a una o algunas tácticas válidas. El asunto es que las tácticas y estrategias adoptadas guarden una concordancia con el programa y la estrategia general, y en este sentido, existen diversas formas de poner en práctica este principio, impidiendo la falta de respuestas del partido ante problemas políticos concretos.
Pueden existir visiones alternativas sobre cómo abordar una situación concreta. Y la organización puede decidir dar curso a esas distintas alternativas y dejar que la experiencia demuestre cuál de ellas era más adecuada, mientras todas queden enmarcadas en el programa.
5.3. Responsabilidad colectiva
El principio de responsabilidad fue introducido por la Plataforma del siguiente modo: “La Unión entera será responsable de la actividad revolucionaria y política de cada miembro; asimismo, cada miembro será responsable de la actividad revolucionaria y política de la Unión”. Este principio fue duramente criticado por numerosos militantes anarquistas, entre ellos Malatesta [14], para quien la responsabilidad colectiva impediría a las secciones o grupos locales de la Unión (partido) aplicar la estrategia de la manera que crea correcto antes de conseguir el concurso del pleno de la organización, oponiendo a este principio la “responsabilidad moral”.
Claramente, no es este el modo en que nosotros concebimos a la responsabilidad colectiva. Un partido que adopte tal modo de organización estaría condenado a la inactividad. Pero no podemos dejar de señalar la necesidad de la responsabilidad y disciplina por parte de los individuos a los acuerdos contraídos y expresados en el programa, estrategia y tácticas del partido. La solución provista por el Manifiesto Comunista Libertario expresa nuestra posición.
Una vez que las tácticas generales (u orientación) han sido decididas, el problema de su aplicación irrumpe. Es obvio que si la organización ha trazado una línea de acción colectiva, las actividades militantes de todo miembro y de todo grupo al interior de la organización deben ser conforme a esta línea. En los casos en que una mayoría y una minoría se hayan separado, pero que ambos bandos hayan decidido seguir trabajando conjuntamente, nadie puede verse pasado a llevar, pues todos han acordado esta forma de actuar de antemano, y tuvieron un papel en el diseño de esta "línea". Esta disciplina libremente aceptada no tiene nada en común con la disciplina militar y la obediencia pasiva a órdenes. No existe una maquinaria coercitiva para imponer un punto de vista que no sea aceptado por la organización como un todo: hay simplemente respeto por los compromisos hechos libremente, tanto por la minoría, como por la mayoría.
Por supuesto, los militantes y los diferentes actores de la organización pueden tomar iniciativas, pero siempre y cuando no contradigan los acuerdos y arreglos hechos por los organismos apropiados: esto es, si las iniciativas son de hecho, las aplicaciones de las decisiones colectivas. Pero cuando las actividades particulares envuelven a la organización completamente, cada miembro debe consultar a la organización a través de la coordinación con sus órganos respectivos.
Entonces, la acción es colectiva y no es acción decidida personalmente por militantes por separado. Cada miembro toma parte de las actividades de la organización, en el mismo sentido en que la organización es responsable por la actividad revolucionaria y política de cada uno de sus miembros, desde que estos no actúan en dominios políticos sin consultar a la organización.
5.4. Federalismo
El último principio organizativo del partido es tal vez el más importante. Como dijimos antes, la dinámica del partido, su forma organizativa debe proyectar la organización de la sociedad anarquista. Así como rechazamos el centralismo en la sociedad, lo rechazamos también para el partido anarquista. En su lugar, el método organizativo que puede prevenir el surgimiento de autoridades y centros dirigentes en el partido es el federalismo. Entendemos por federalismo el libre acuerdo de los individuos y de las organizaciones para un trabajo orientado hacia un fin común. Pero este libre acuerdo solo puede hacerse real cuando todos sus miembros se hacen responsables por los mismos, cumpliendo las obligaciones aceptadas y siguiendo las decisiones tomadas en común.
El federalismo permite así la articulación de los distintos miembros del partido en todos los aspectos que le competen, permitiendo así su participación plena en los aspectos de la vida del mismo. Es la forma más democrática de garantizar la participación de los militantes en el proceso de toma de decisiones. Pero a la vez, no existe un modelo de federalismo previamente establecido, sino que el mismo puede ser articulado de diversas formas según las necesidades y capacidades del partido.
el gaitaagosto de 2011
[1] Claramente, corresponde hacer un análisis más profundo del modo en que los bolcheviques se hicieron del poder en la Rusia soviética. Pero no podemos dejar de señalar que, más allá del oportunismo y la voluntad de erigirse en dirección y gobierno por parte del bolchevismo, fue la mayoría de la clase obrera la que permitió a un partido erigirse como tal. O sea que la burocratización de la Revolución Rusa no fue solo producto de los errores programáticos del leninismo, sino que fue también producto del escaso grado de autonomía alcanzado por la mayoría de la clase obrera rusa.
[2] Sobre el final de este apartado se hace mención a importantes experiencias partidarias anarquistas y a debates sobre el mismo. Es una síntesis apretadísima, a vuelo de pájaro. Cada uno de los debates y experiencias bien vale un estudio particular, tarea que puede emprenderse próximamente.
[3] Este aspecto, reseñado aquí de manera somera y esquemática merecería un debate y estudio mayor, relativo a la construcción del poder obrero. En este sentido, deberemos avanzar en la discusión sobre los órganos del poder obrero y su relación con las organizaciones sindicales. Además, discutir la relación entre la clase obrera con las demás organizaciones populares que conformarán la alianza social revolucionaria, esto es, el modo en que el proletariado ejerce la hegemonía sobre otras fracciones sociales explotadas y oprimidas no proletarias.
[4] Bakunin, La libertad. Obras escogidas, Buenos Aires, AGEBE, 2005, p. 126.
[5] Tal síntesis era más bien una solución de compromiso y estipulaba que las tres corrientes del anarquismo son “…distintas, pero no contradictorias entre sí, no contienen nada que las haga irreconciliables, nada que las haga oponerse sustancialmente, nada que proclame su incompatibilidad, nada que les impida vivir en buena inteligencia, concertarse para una propaganda y una acción comunes”.
[6] Ver “Primera Conferencia de la Organización Anarquista de Ucrania Nabat” y su “Comentario preliminar” (a cargo de Frank Mintz) en: Frank Mitz (Comp.), Anatol Gorelik. El anarquismo en la Revolución Rusa, Libros de Anarres y Terramar Ediciones, Buenos Aires2007, pp. 97-139 y Adriana Dadà, Class war, reaction and the Italian anarchists. A study of the Italian anarchist movement in the first quarter of the XX century. publicación online en: http://www.fdca.it/fdcaen/press/pamphlets/sla-3/index.htm
[7] Esto no significa que hasta que no estén maduras las condiciones subjetivas la vanguardia, la minoría esclarecida y activa, es decir, los anarquistas, no nos reunamos ni asumamos tareas constructivas. Pero nos debe alertar sobre las condiciones de nuestra labor política. En la actualidad, la lucha de clases marca la posibilidad del surgimiento de destacamentos de vanguardia, que toman la forma de grupos unidos por una serie de acuerdos políticos e ideológicos, dedicados a la elaboración política (teórica y práctica). De esta experiencia constructiva y de la participación de estos destacamentos de vanguardia se derivarán las posibilidades de confluencia orgánica y de desarrollo programático que conformarán el partido anarquista.
[8] Algo similar sostiene el Manifiesto Comunista Libertario: “El programa debe ser determinado por el estudio, la prueba y la tradición de lo que constantemente es buscado por las masas. Así, en el trabajo del programa debe prevalecer un cierto empirismo, uno que rehúya del dogmatismo y que no sea un sustituto a un plan trazado por un pequeño grupo de revolucionarios, y que se demuestre en el pensamiento y accionar de las masas. En este sentido, cuando el programa haya sido trabajado y conocido por las masas, puede sólo aumentar su conciencia. Finalmente, el programa definido de esta manera, puede ser modificado como análisis de la situación y las tendencias en los progresos de las masas, y puede ser reformulado en términos más claros y precisos.”
[10] Malatesta, En tiempo de elecciones, Red Libertaria, Buenos Aires, 2007.
[11] Richards, Vernon (Comp.), Malatesta: pensamiento y acción revolucionarios, Tupac Ediciones, Buenos Aires, 2007, p. 111.
[12] Socialisme ou Barbarie, 14 de abril, de 1954, publicada en Cornelius Castoriadis, La experiencia del movimiento obrero 1. Cómo luchar, Tusquets Editores, Barcelona, 1979.
[13] Citado en Alexandre Skirda, “Polémicas en torno del libro de Archinov Historia del movimiento makhnovista”, en Piotr Archinov, Historia del movimiento makhnovista, Tupac Ediciones y La Malatesta, Buenos Aires, 2008.
[14] “Un plan de organización anarquista”, en Il Risveglio, Ginebra, octubre de 1927.
PLAN DE PUBLICACIÓN DE LAS CIRCULARES DE DEBATE PARA LA MILITANCIA ANARQUISTA*
CARACTERIZACIÓN DE LA SOCIEDAD DE CLASES.
a- Por qué vivimos en una sociedad de clases.
• El individuo y la sociedad.
• Necesidad de la organización social.
• El surgimiento de la autoridad: carácter histórico.
• El surgimiento del capitalismo y del estado moderno.
• La particularidad del capitalismo: lo político y lo económico.
• Las clases en la sociedad capitalista.
b.1 – El estado.• Qué es el estado capitalista.
• De las intuiciones de los primeros anarquistas a la necesidad de un estudio sobre la realidad.
• Teorías sobre el Estado capitalista en la teoría socialista: Bakunin, Marx, Kropotkin, Lenin, Gramsci, Ansart, Althuser, el debate Poulantzas – Miliband. Las posiciones de Holloway y Negri.
• Nuevas teorizaciones desde el anarquismo: Loureau, Colombo, Ansart, Federación de los Comunistas Anarquistas (Italia).
• Aportes para la elaboración de una teoría anarquista sobre el Estado capitalista contemporáneo.
b.2 – Para analizar el desarrollo del Estado argentino en los últimos 40 años. Algunos elementos para un estudio empírico.• Los años de dictadura cívico-militar (1976-1983).
• La “transición” alfonsinista.
• El Estado durante el menemismo y en la década del 2000.
• La intervención del Estado en la economía.
• El sistema de partidos.
• Estado y corporaciones.
c- El sistema capitalista.• La especificidad del sistema capitalista.
• El proceso de acumulación.
• Crecimiento y crisis.
• Caracterización de las distintas fases de expansión y contracción de la economía.
• La teoría del imperialismo. Lenin y sus críticos.
• El capital financiero.
• Las distintas teorías sobre la actual etapa del desarrollo económico.
• La crisis económica actual.
d- El sistema patriarcal.• Teoría de género.
• Caracterización del patriarcado.
• La violencia de género.
• La relación entre patriarcado y dominación capitalista: la doble opresión a las mujeres.
LA PRÁCTICA REVOLUCIONARIA
a- La necesidad del Partido Anarquista.
• El surgimiento del movimiento obrero y del proyecto socialista.
• El surgimiento del anarquismo.
• El partido anarquista.
• La relación entre el partido anarquista y las masas: a) el programa revolucionario; b) la intervención política del partido en períodos prerrevolucionarios; c) la intervención política del partido en el período revolucionario.
• Principios organizativos: a) unidad programática; b) unidad estratégica y unidad táctica; c) responsabilidad colectiva; d) federalismo.
b- La lucha obrera.• La dialéctica reivindicación/revolución.
• Sindicalismo: porqué y cuando.
• Sociedad burocrática y burocratización de las organizaciones obreras.
• La burocracia sindical en la Argentina. Historia y actualidad del concepto. ¿Categoría de análisis o consigna política? Su validez en la estrategia de construcción del poder obrero.
• Historia del movimiento obrero en la Argentina.
• El nuevo sindicalismo de base.
c- El anarquismo. Historia y formas de organización.• El inicio de una tradición revolucionaria: la Alianza de Bakunin.
• El balance de la Revolución Rusa: la Plataforma.
• El anarquismo español: la Federación Anarquista Ibérica.
• El anarquismo francés en la posguerra: el Manifiesto Comunista Libertario.
• El anarquismo Italiano: de la entreguerra a la posguerra.
• Anarcosindicalismo.
*Nota: el orden de enumeración no se corresponde con el orden de publicación. La propuesta de contenidos, así como la presentación de otras Circulares, queda abierta a iniciativa de las compañeras y los compañeros participantes de los debates.
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