Participação no Partido Anarquista Internacional

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A Cabeça do Anarquismo

O Partido Anarquista Internacional é a Cabeça do Anarquismo

segunda-feira, 24 de outubro de 2016

Partido Anarquista Latino Americano

La necesidad del partido anarquista

category argentina/uruguay/paraguay | movimiento anarquista |debate author Wednesday December 14, 2011 11:46author by El Gaita - 1 of Anarkismo Editorial Groupauthor email circularesdedebate at gmail dot com Report this post to the editors
Circulares de debate para la militancia anarquista
Este artículo es el primero de una serie de materiales elaborados para un proceso de discusión que se está desarrollando en la región de Buenos Aires entre grupos, colectivos, compañeros y compañeras anarquistas que desarrollan militancia en el ámbito sindical, territorial, estudiantil y cultural. Este proceso pretende ser una discusión transversal al sector especifista y clasista del movimiento anarquista en nuestro territorio. Al final del artículo, se encuentra detallado el cronograma de debate.
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Circular nº 1

LA NECESIDAD DEL PARTIDO ANARQUISTA


1- EL SURGIMIENTO DEL MOVIMIENTO OBRERO Y DEL PROYECTO SOCIALISTA

Desde sus orígenes la sociedad capitalista plantea el antagonismo entre la burguesía y el proletariado. Antagonismo que en determinadas condiciones históricas se expresa de manera abierta, emprendiendo la clase obrera su lucha de clase contra su opresor. La historia de esta lucha –y por ende de la propia clase obrera, su constitución como sujeto político consciente– será aquí tratada de manera somera, pero será ampliada en sucesivas circulares.
Lo que es importante comprender en este punto es que, mediante su lucha, la clase obrera va constituyéndose en sujeto político: va tomando consciencia de su situación en la sociedad y se traza una estrategia para superarla. Fue en los primeros momentos de esta lucha que fue tomando forma, lentamente, el proyecto de construcción de una sociedad socialista.
Pero en las condiciones de explotación, dominio y alienación impuestas por el capitalismo, el proletariado puede presentar distintos niveles de consciencia sobre su situación. Puede tener una consciencia parcial de su situación, en tanto que propietaria de una mercancía particular (la fuerza de trabajo), con lo que buscará venderla en las mejores condiciones posibles –de la que se deriva una consciencia y estrategia reformista. O puede desarrollar una consciencia de su condición de expropiado de los medios de producción y de vida –de la que se deriva una consciencia y estrategia revolucionaria. 
Pero el pasaje de un nivel de consciencia al otro no es lineal ni mecánico, ni se da de manera espontánea. Y si bien la consciencia reformista es una condición necesaria para el desarrollo de una consciencia revolucionaria, no es suficiente. El desarrollo de una consciencia revolucionaria es también determinado por el nivel de las relaciones de fuerza entre las clases, de la capacidad de la clase dominante de imponer su hegemonía y de la capacidad de la clase trabajadora de visualizar sus condiciones de vida en toda su dimensión. Esto es, la clase obrera no solo debe ser consciente de su condición de clase proletaria (o sea, de expropiada de sus medios de vida) sino también de la existencia de una estructura de dominación basada en la división del trabajo social que impone una división entre dirigentes y ejecutantes. Esto implica que el proletariado visualice, no solo el problema de la explotación sino que, tanto o más importante, se plantee también el problema de la autonomía, entendida como la capacidad de auto-dirigirse (con consciencia de su situación, de sus fines y sus medios), sin necesidad de delegar en otros la capacidad de dirección.
En la propia experiencia de lucha de la clase trabajadora y del movimiento obrero, han existido momentos en que la falta de consciencia sobre esta situación, han llevado a las revoluciones proletarias a encumbrar a minorías de “especialistas”, a la condición de gobierno y dirección revolucionaria, minorías que terminaron imponiéndose a las masas como una nueva casta dominante y explotadora (como ha sucedido en la Revolución Rusa con los bolcheviques) [1].

2- EL SURGIMIENTO DEL ANARQUISMO

En las condiciones impuestas por el capitalismo, el desarrollo de la consciencia se produce de manera diferenciada: en determinados momentos, ciertas fracciones o capas de la clase llegan a niveles de consciencia más avanzados, y se plantean objetivos de superación de la situación. Programas de acción más o menos desarrollados, que plantean de manera más o menos completa los intereses históricos del proletariado. Así, el surgimiento de las distintas corrientes políticas de la clase obrera es producto de la propia experiencia del proletariado.
El anarquismo surgió como un movimiento político social, como teoría revolucionaria, en el último tercio del siglo XIX en el seno de la I Internacional. A partir de allí, comenzaron a sintetizarse elementos de la propia experiencia de la lucha de la clase trabajadora, que venía desarrollándose desde fines del siglo XVIII. Como plantea George Fontenis en el Manifiesto Comunistas Libertario:
Esta doctrina, o teoría, aparece como reacción de los trabajadores socialistas organizados. Está, en todo caso, ligada a una progresiva agudización de la lucha de clases. Es un producto histórico que se origina de ciertas condiciones en la historia, -a raíz del desarrollo de la sociedad de clases- y no a través de la crítica idealista de unos cuantos pensadores específicos.
El rol de los fundadores de la doctrina, principalmente de Bakunin, fue expresar la verdadera aspiración de las masas, sus reacciones y experiencias, y no el crear artificialmente una teoría, confiando en un análisis puramente ideal y abstracto o en teorías anteriores. Bakunin -y con él James Guillaume, luego Kropotkin, Reclus, J. Grave, Malatesta y otros- comenzaron a mirar la situación de las asociaciones de obreros y los cuerpos de campesinos, y como se organizaban y luchaban.
La especificidad del anarquismo está dada por haber observado en las luchas del proletariado sus tendencias anticapitalistas, pero también antiautoritarias, libertarias: la búsqueda de suprimir la diferencia entre dirigentes y ejecutantes. Aunque estas tendencias convivían con otras (ya sean reformistas o autoritarias). De ahí se deriva el carácter del programa anarquista: el federalismo, la acción directa, la construcción del poder de abajo arriba, y la certeza de la necesidad de la adecuación entre los fines y los medios. Si “la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos” no se pueden adoptar medios incongruentes con ese fin. No puede existir una organización de una minoría del proletariado que substituya a la clase misma en el proceso de emancipación. Debe ser el conjunto del proletariado el que se autoemancipe, y para eso debe constituirse en su propia dirección.

3- EL PARTIDO ANARQUISTA [2]

Es de las condiciones establecidas en el punto uno (a saber: a- que la clase obrera se constituye en sujeto político en su experiencia de lucha con la burguesía; b- que el desarrollo de una consciencia revolucionaria y de un proyecto consecuente es un proceso contradictorio, que no se producirá de manera espontánea) que se deriva la necesidad de que los anarquistas nos organicemos como colectivo en una organización específica o partido, unida en torno a un programa anarquista, para unificar estrategia y táctica y desarrollar una línea política hacia las masas. 
En primer lugar, la acción colectiva, responsable y disciplinada de los anarquistas es un imperativo que permite acrecentar la eficiencia de los individuos en su intervención entre las masas. Es una obviedad decir que la acción colectiva de un grupo de individuos potencia sus capacidades (desde acciones de propaganda ideológica y de agitación, hasta la elaboración de teoría y lineamientos políticos, acciones estas últimas que solo pueden hacerse de manera colectiva). Pero además, solo una organización anarquista, en la que se reúnen compañeras/os de distintas procedencias, con distintas experiencias, pueden emprender un análisis de la totalidad de la situación social y comprender las tendencias políticas que se desarrollan en la lucha de clases para proponer cursos alternativos de acción tendientes a la realización de un proyecto libertario en las masas.
Pero no consideramos que el partido anarquista se baste a sí mismo, porque la revolución no será obra de los anarquistas, ni podemos esperar a que el conjunto de la clase trabajadora se vuelva anarquista. Mucho menos podemos caer en una posición y práctica que busque sustituir la acción revolucionaria de la clase trabajadora, cosa que derivaría en un resultado completamente contrario al buscado: la construcción del comunismo libertario, entendido como la autogestión, no solo de la producción, sino de la totalidad de la vida social.
La revolución deberá ser obra del proletariado mismo. Por ende, es la clase en su conjunto la que debe constituirse en una “organización política revolucionaria”. Solo la clase en su conjunto puede constituir el partido de la revolución. Por esto entendemos que debe ser la clase la que adopte un programa revolucionario, constituyendo además los órganos de poder obrero y su autodirección para llevar adelante la transformación revolucionaria [3].
Es de esta consideración, y de la observación sobre los procesos de toma de consciencia que se deriva, en segundo lugar, la necesidad de la organización específica de los anarquistas. El partido anarquista debe actuar de modo tal de promover acciones cada vez más radicalizadas y combativas de parte de la clase trabajadora; de promover el desarrollo de la consciencia obrera; de promover la construcción de un programa revolucionario en el seno de las masas; de promover la gestación de la organización política de la clase.
El Manifiesto Comunista Libertario lo expresó de una manera más clara:
La vanguardia debe ponerse a sí misma la tarea de desarrollar la responsabilidad política directa de las masas, debe apuntar a incrementar la habilidad de las masas para organizarse a sí mismas. Por esto, el concepto de liderazgo es natural y aumenta la consciencia. Del mismo modo, los militantes mejor preparados y más maduros al interior de la organización, tienen el rol de guiar y de educar a los otros miembros, para que todos queden bien informados y alertas, tanto en el terreno teórico como práctico, para que todos puedan ser protagonistas a su turno.
La necesidad de la creación de una organización anarquista (partido) debe rastrearse en los propios orígenes del anarquismo como corriente política. Si bien el período que va de la I Internacional hasta la década del ’30 del siglo XX parece estar dominada por el anarcosindicalismo, en realidad el “especifismo” cuenta con antecedentes históricos muy importantes. El primero de ellos es la propia Alianza Internacional de la Democracia Socialista, impulsada por Bakunin, James Guillaume, Eliseo Reclús y muchos otros internacionalistas.
La Alianza era una organización político revolucionaria, que tomó el carácter de clandestina, debido a la fuerte represión de los regímenes autocráticos de Europa. Su estructura interna era deudora de las experiencias francmasonas. Sin embargo, era una organización en la cual sus miembros se encontraban unidos por la libre iniciativa para la acción colectiva, sin formalidades, sin solemnidades ni ritos misteriosos. La unión estaba dada por la por la confianza mutua y el entendimiento de que la unidad era preferible a la acción aislada. 
Los miembros de la Alianza ingresaron a la I Internacional. Para ellos,
La Alianza es el necesario complemento de la Internacional. […] Pero la Internacional y la Alianza, aun cuando tienden a la misma finalidad, al mismo tiempo persiguen objetivos diferentes. Una tiene la misión de agrupar las masas obreras, los millones de trabajadores, a través de las diferencias de las naciones y los países, a través de las fronteras de todos los Estados, en un solo cuerpo, inmenso y compacto; la otra -la Alianza- tiene la misión de dar a esas masas una orientación realmente revolucionaria. Los programas de una y otra, sin que en modo alguno sean opuestos, son diferentes por el grado mismo de su respectivo desarrollo. El de la Internacional, si se lo toma con toda la seriedad del caso, contiene en germen, pero solo en germen, todo el programa de la Alianza. El programa de la Alianza es la explicación última del programa de la Internacional [4].
En este sentido, la Internacional tenía por objetivo reunir a la masa obrera. Era desde esta organización –que para los aliancistas debía tener un contenido propiamente sindical, de defensa de los intereses de la clase obrera en el terreno económico– que se podría realizar un avance de la consciencia en sentido revolucionario. En su seno, los aliancistas debían actuar a fin de generar una radicalización del movimiento obrero.
Pero esta historia no se agotó allí. El especifismo encuentra otro importante referente en la experiencia del movimiento anarquista italiano. Experiencia que se encuentra sintetizada por la pluma de uno de sus principales organizadores y propagandistas: Errico Malatesta. A lo largo de su vida, el militante italiano impulsó y participó de diferentes organizaciones anarquistas: entre ellas podemos nombrar el intento de fundar un Partido Internacional Anarquista Socialista y Revolucionario a partir del periódico L’ Agitazione (1889), así como la Unión Anarquista Comunista Italiana (formada luego de la primera guerra mundial, la que luego de su primer congreso reduciría su nombre a UAI y con una importante influencia en el seno de la Unión Sindical Italiana). 
Pero fue en el período de entreguerras en que el especifismo experimentó un importante impulso, particularmente a partir de las conclusiones de la Revolución Rusa extraídas por el grupo de anarquistas rusos en el exilio (del que participaban Makhno, Archinov, Ida Mett entre otros). Para ellos, la experiencia de la Revolución Rusa, y el triunfo bolchevique estaban dados, en parte, por el (deficiente) estado organizacional del movimiento anarquista. Estado derivado de sus deficiencias teóricas, en la interpretación falaz del principio individual dentro del anarquismo y de su derivación a la irresponsabilidad. Este balance se publicó en la Plataforma organizativa por una Unión General de Anarquistas, en 1926. En esta Plataforma se plantea la necesidad de construir una organización basada en los siguientes principios: unidad ideológica, unidad táctica o método colectivo de acción, responsabilidad colectiva y federalismo. 
La publicación de este documento suscitó un fuerte debate al interior de las filas anarquistas, sobre todo en torno a los primeros tres principios. Se criticó la posibilidad de la existencia de una unificación teórica del anarquismo, a la vez que los principios de unidad táctica y responsabilidad colectiva, fueron criticados en defensa de la autonomía de los grupos y de los individuos. En su lugar fue propuesto otro modelo organizativo, la Síntesis (redactada por el francés Sebastien Faure). Este modelo alternativo proponía la convivencia en el seno de una organización de la totalidad de las corrientes del anarquismo (anarcocomunistas, anarcosindicalistas y anarcoindividualistas) por medio de una síntesis teórica [5]. A la vez, se garantizaba total autonomía a grupos e individuos respecto de la federación. Sin embargo, una organización de tal tipo, si bien puede permitir a las distintas corrientes una coordinación en campañas y acciones comunes, por otro lado no garantiza una acción colectiva, coherente y organizada en pos de un objetivo definido.
En el debate, los sintetistas propusieron distintas organizaciones como ejemplos históricos y prácticos de su propuesta (entre ellos la UAI y la Confederación Nabat de Ucrania), sin embargo, un estudio de sus formas organizativos nos demuestran que estas organizaciones presentan también tendencias al plataformismo [6]. 
Otro referente importante sobre este punto, más cercano a nuestra experiencia, es la Federación Anarquista Uruguaya (FAU). Esta federación surgió de la confluencia de la militancia anarquista de las Juventudes Libertarias, de la Federación de Estudiantes Universitarios Uruguayos, de distintos ateneos libertarios y principalmente de los Gremios Solidarios y autónomos. A partir de 1962, producto de un debate sobre el significado de la Revolución Cubana, se acercó a conclusiones similares a las de la Plataforma, constituyéndose en una importante organización anarquista, de gran influencia en el medio obrero y popular y participando a partir de su Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales, en acciones de carácter armado. La historia de la FAU, muestra la transformación de una organización de características similares a las propugnadas por la Síntesis, en una organización mucho más coherente en su accionar, que constituye un referente ineludible para los especifistas latinoamericanos actuales.

4- LA RELACIÓN ENTRE EL PARTIDO ANARQUISTA Y LAS MASAS

Es necesario realizar algunas precisiones sobre la dialéctica que se desarrolla entre el partido anarquista y las masas. En primer lugar, tener consciencia sobre este problema nos permitirá no solo evitar el “sustitucionismo” y “dirigencialismo” propio de las corrientes revolucionarias autoritarias, sino también tener en claro cómo es el proceso de gestación del partido anarquista mismo. Porque la creación del mismo no puede “decretarse”, sino que es el resultado de la experiencia propia de la vanguardia (minoría anarquista), de su grado de inserción en la lucha de clases y del desarrollo mismo de esa lucha de clases. Solo mediante un proceso de elaboración política (de teoría y de práctica) se constituirá el partido anarquista, lo cual se verá plasmado en su programa revolucionario [7]. 

Pero más allá de esto, atendiendo a los objetivos generales del partido anarquista (fomentar la acción autónoma de la clase y que esta asuma un programa comunista libertario), debemos prestar particular atención a la relación entre el partido y las masas, para derivar de ello las acciones concretas del mismo, sus políticas y sus prácticas.

4.1.- El programa revolucionario

El primer punto que debemos abordar para clarificar el rol del partido anarquista y su lugar en la construcción de la autonomía obrera es el problema del programa. Buscamos que el proletariado adopte el comunismo libertario como objetivo y se autodirija en ese sentido, evitando el surgimiento de burocracias que, en supuesta representación del interés histórico del proletariado, se conviertan en una nueva clase opresora. 
En este punto es donde la relación entre el partido y las masas se vuelve más complejo. Porque el programa no puede ser una creación de laboratorio, realizada por el partido, para luego ser ofrecido o impuesto a las masas. Nuevamente, el Manifiesto Comunista Libertario sintetiza esta visión:
… un programa revolucionario, el programa anarquista, no puede ser creado por un grupúsculo para luego imponerse a las masas. Es lo opuesto lo que debe ocurrir: el programa de la vanguardia revolucionaria, de la minoría activa, puede tan sólo ser expresión- concisa y poderosa, clara tan consciente como simple- de los deseos de las masas explotadas llamadas a hacer la Revolución. En otras palabras: la clase antes que el partido.
¿Pero cómo se logra esto? Por medio de un proceso complejo, contradictorio, que combina el estudio de la realidad social (condiciones objetivas), de las relaciones de fuerza entre las clases, de las tradiciones de lucha y organización de la clase (y el resto del pueblo) en la región, de las tendencias que se expresan en las luchas reivindicativas y políticas de la clase, con la propia práctica impulsada por el partido. En este sentido, la elaboración programática no está basada nada más que en un estudio “enciclopedista”, ni estadístico de la realidad sino que, sobre todo, debe estar asentado en la experiencia de lucha de la clase. Y esto solo puede lograrse por la inserción del partido en las organizaciones de la clase.
Como método de trabajo, a la hora de elaborar el programa, se debe rehuir del esquematismo y de la concepción del programa como un proyecto acabado. Este es un error en el que caen numerosas corrientes revolucionarias, que al encontrarse con incongruencias entre su programa y la realidad, terminan forzando la realidad para hacerla entrar en sus categorías, responsabilizando de sus fracasos a la falta de madurez de las condiciones objetivas y subjetivas. Esta es una visión idealista del proceso de construcción política, que debe ser reemplazada por una actitud en la que prevalezca cierto empirismo, que dé lugar a un ejercicio de prueba y error y, sobre todas las cosas, que permita la adecuación del programa a nuevas condiciones que antes no se habían contemplado y/o desarrollado.
Es por esta razón que no creemos que la elaboración del programa revolucionario sea una relación unidireccional, que partiendo del partido deba ser adoptado por las masas. Por el contrario, el programa se irá desarrollando a partir de la interacción, siempre dinámica, entre el partido y las masas. Al partido le corresponde realizar un trabajo de síntesis entre la experiencia de la clase obrera con el objetivo finalista (comunismo libertario) y los medios para llegar a ella [8].
José Antonio Gutiérrez Dantón [9] expresa claramente cómo debemos entender el programa revolucionario:
Un programa revolucionario es, en breves palabras, un conjunto de propuestas muy precisas y concretas para avanzar hacia transformaciones sociales de fondo. No es la teoría revolucionaria, sino que es la aplicación de esa teoría para comprender y transformar la sociedad concreta. Parte de un análisis de la sociedad actual, estudia las condiciones actuales del terreno para la lucha de clases, identifica los problemas más urgentes y las condiciones para desarrollar un movimiento; estudia potenciales aliados y enemigos; y propone una serie de transformaciones, así como una vía para alcanzarlas mediante la lucha.
En todos estos momentos de la elaboración del programa, la teoría sirve de guía. La teoría no entendida como dogma, sino como una herramienta para comprender mejor el mundo. Este programa nos orienta en la acción y nos entrega propuestas claras con las cuales podemos convertir el anarquismo de una “linda idea que es impracticable” en una alternativa clara al presente de opresión y explotación. Los programas revolucionarios no deben ser tomados como las tablas de Moisés, sino que deben ser re-evaluados, actualizados o modificados constantemente. El programa debe conservar, en todo momento, su relevancia, actualidad y ante todo, debe tener un cable a tierra mediante una práctica colectiva y definida.
Ciertamente, esta aproximación programática requiere pasar de las consignas a las propuestas; y requiere pasar de la crítica de la realidad, al estudio crítico de la realidad. Si el anarquismo quiere alcanzar la mayoría de edad como movimiento político, no podemos contentarnos con fórmulas fáciles ni con la ausencia de propuestas que reina en nuestros círculos. En un esclarecedor artículo, el pensador libertario Camillo Berneri, señalaba en este sentido lo siguiente:
“El enemigo está ahí: es el Estado. Pero el Estado no es sólo un organismo político, instrumento de conservación de las desigualdades sociales; es también un organismo administrativo. Como estructura administrativa, el Estado no se puede abolir. Es decir, se puede desmontar y remontar, pero no negarlo, porque esto paralizaría el ritmo de la vida de la nación, que late en las arterias ferroviarias, en las venas telefónicas, etcétera.
¡Federalismo! Es una palabra. Es una fórmula sin contenido positivo. ¿Qué nos ofrecen los maestros? La premisa del federalismo: la concepción antiestatal, concepción política y no fundamentación técnica, miedo a la centralización y no proyectos de descentralización
He aquí, por el contrario, un tema de estudio: el Estado en su funcionamiento administrativo. He aquí un tema de propaganda: la crítica sistemática del Estado como órgano administrativo centralizado y por lo tanto incompetente e irresponsable. Cada día la crónica de sucesos nos ofrece materia para esa crítica: millones desperdiciados en malas especulaciones, en lentitudes burocráticas; polvorines que saltan por los aires por incuria de los gabinetes “competentes”; latrocinios a pequeña y gran escala, etcétera. Una campaña sistemática de este tipo podría atraer sobre nosotros la atención de muchos que no se conmoverían en absoluto leyendo Dios y el Estado. 
¿Dónde encontrar a los hombres que puedan alimentar regularmente esta campaña? Los hombres están. Es necesario que den señales de vida. ¡Se necesita una movilización! Profesionales, empleados, profesores, estudiantes, obreros, todos viven en contacto con el Estado o al menos con las grandes empresas. Casi todos pueden observar los daños de la mala administración: los derroches de los incompetentes, los robos de los bribones, los impedimentos de los organismos mastodónticos.
(...) ¡Hay que regresar al federalismo! No para tumbarse en el diván de la palabra de los maestros, sino para crear el federalismo renovado y robustecido por el esfuerzo de todos los buenos, de todos los capacitados.”
(Pagine Libertarie, Milán, 20 de noviembre de 1922)
Para nosotros, la relación entre el partido anarquista y las organizaciones de masas es una relación dialéctica, de influencias recíprocas. Pero no dejará de ser una relación contradictoria. Será de la resolución de dichas contradicciones entre ambas organizaciones que se irá desarrollando el programa revolucionario.

4.2.- La intervención política del partido en períodos prerrevolucionarios

Si el objetivo del partido anarquista es que la clase obrera se emancipe del yugo del capital, destruyendo toda forma de dominación, para esto debe ser un agente partícipe del proceso de construcción, desarrollo y crecimiento de las organizaciones populares desde las que surgirá el poder proletario. Esta debe ser una de las principales tareas a las que se aboque el partido. Solo mediante una participación directa en estas organizaciones podrá desarrollar su programa y propagarlo.
Las organizaciones de la clase se han constituido con el fin de resistir al capitalismo y si bien en su fundación fue determinante el papel de minorías militantes, en la actualidad preceden a nuestra militancia. Nuestro accionar revolucionario se desarrolla en el seno de una clase que ya se encuentra (al menos parcialmente) organizada. Sin embargo, como dijimos antes, estas organizaciones de masas están constituidas para la resistencia y en su mayoría se encuentran fuertemente burocratizadas e incorporadas al sistema de dominación, sin proyectar un cambio revolucionario. 
En ellas conviven, además, junto con las orientaciones (predominantemente) reformistas otras corrientes con intenciones revolucionarias autoritarias. Por esta razón, el partido anarquista debe intervenir en estas organizaciones, de modo de realizar una disputa por la orientación de las organizaciones, propagando su programa y métodos de organización y lucha. 
Pero dicha orientación no puede ser ejercida de manera externa a las organizaciones de la clase. Las propuestas del partido no pueden ser impuestas sino que deben ser asumidas por las masas. Esta influencia se logrará mediante la presencia activa y coordinada de los militantes anarquistas. El ejemplo práctico de los miembros del partido entre la base obrera será el vehículo para llevar adelante la influencia sobre la clase, y así disputaremos la orientación de estas organizaciones, incorporando cada vez a más trabajadores en la vida de la organización, sus decisiones y la ejecución de sus acuerdos.
Este accionar es fundamental para lograr una orientación real entre las masas
Para prevenir [el aislamiento de la masa, convertirse en una patrulla perdida] , la minoría debe mantenerse en contacto con eventos y con el medio de los explotados- debe observar las más pequeñas reacciones, las más pequeñas revueltas o logros, estudiar la sociedad contemporánea en sus más mínimos detalles, sus contradicciones, debilidades y posibilidades de cambio. En este sentido, desde que la minoría toma parte en todas las formas de resistencia y de acción, (que pueden ir desde las demandas al sabotaje, de la resistencia secreta a la revuelta abierta) mantiene la chance de guiar y desarrollar aún las más pequeñas revueltas (George Fontenis, Manifiesto Comunista Libertario).
Sobre este tema, Errico Malatesta llamaba a los anarquistas a que
Entremos en todos los sindicatos obreros, hagamos otros nuevos […]. Pongámonos en la primera fila en las huelgas, provoquémoslas siempre para ahondar el abismo entre patrones y obreros y empujemos siempre las cosas cuando más adelante mejor. […] Cuando suceda alguna rebelión espontánea […] corramos a mezclarnos y busquemos de hacer consistente el movimiento exponiéndonos a los peligros y luchando junto con el pueblo. Luego en la práctica, surgen las ideas, surgen las ocasiones. Organicemos, por ejemplo un movimiento para no pagar los alquileres; persuadamos a los trabajadores del campo de que se lleven las cosechas para sus casas, y si podemos, ayudémoslos a llevárselas y a luchar contra dueños y guardias que no quieran permitirlo. Organicemos movimientos para obligar a los municipios a que hagan aquellas cosas grandes o chicas que el pueblo desee urgentemente, como, por ejemplo, quitar los impuestos que gravan todos los artículos de primera necesidad. Quedémonos siempre en medio de la masa popular y acostumbrémosla a tomarse aquellas libertades que con las buenas formas legales nunca les serían concedidas [10].
Pero con esta actividad no alcanza para producir el avance de nuestro proyecto revolucionario. Junto con la actividad en el seno de las masas, se debe realizar otra tarea, que es atribución permanente y exclusiva del partido. Nos referimos a la propaganda directa de su programa y línea política. Esta clase de actividad toma forma a través de la prensa escrita, conferencias, campañas de agitación y reivindicación, etc. Son tareas que podríamos considerar eminentemente políticas que, en principio, no pueden ser asumidas por las organizaciones de la clase, ocupadas más bien en las luchas reivindicativas.
Pero la separación entre las organizaciones de masas y el partido anarquista, no está animada en la concepción de que la economía y la política son esferas diferenciadas de la sociedad capitalista, correspondiendo la lucha económica a las organizaciones de la clase y la político/ideológica a la organización anarquista. Sobre este punto ahondaremos en una próxima circular. Ahora basta con decir que rechazamos tanto la visión esquemática de la sociedad como dividida entre una “estructura” económica y una “superestructura” político-jurídico-ideológica, determinada por la primera. También rechazamos la visión que presenta a esas dos instancias como autónomas. Por el contrario, creemos que la dominación capitalista es tanto “económica” como “política”, y que la misma se realiza por medio de mecanismos propios de ambas “esferas”. El estudio sobre las especificidades y relaciones entre una y otra debe ser profundizado de cara a la elaboración de un programa revolucionario.
En tanto que nuestra política apunta a la constitución de una organización político-revolucionaria de la clase, nosotros no vamos a las organizaciones de masas a hacer “economicismo”. Lo que nos interesa, es fomentar la politización, y la conformación de un programa libertario y la adopción del mismo por las masas.
Pero, repetimos, para que esto suceda, el sindicato (o las organizaciones de masas en general) debe poder agrupar en su seno a la mayoría de la clase trabajadora, independientemente de sus orientaciones políticas, poniendo como eje la defensa de los intereses de clase. No podemos imponerle una definición ideológica. Solo la experiencia de lucha le permitirá ir asumiendo un proyecto revolucionario. Nuevamente Malatesta nos ilustra mejor sobre este punto:
Para que el sindicato pueda servir a su propio fin y, al mismo tiempo, ser un medio de educación y un campo de propaganda para una futura transformación social radical, es necesario que reúna a todos los trabajadores […]. ¿Se quiere quizás esperar a que los trabajadores se vuelvan anarquistas antes de invitarlos a organizarse y antes de admitirlos en la organización? […]En este caso el sindicato constituiría el duplicado del grupo anárquico y sería impotente para obtener mejoras y para hacer la revolución […].
A mi parecer los anarquistas no deben querer que los sindicatos sean anarquistas, pero deben actuar en su seno a favor de los fines anarquistas, como individuos, como grupos y como federaciones de grupos. […] Los grupos anarquistas no deberían pretender que las organizaciones actuaran como si fueran anarquistas, sino que deberían esforzarse para que éstas se aproximen lo más posible a la táctica anarquista”
 [11].
Es por esto que no desdeñamos las luchas reivindicativas. Primeramente, consideramos que las mismas, y las tendencias que en ellas operan, son el sustrato sobre el que los anarquistas podremos elaborar una propuesta política, y será en el desarrollo de esas luchas que el conjunto de la clase irá construyendo y adoptando su proyecto político libertario. Pero además, las luchas de la clase obrera en el lugar de trabajo contra los ritmos de producción, los métodos de organización del trabajo, etc. ponen en discusión el dominio del capital sobre el trabajo. Lo que se presenta como una lucha “económica”, muchas veces invisible, es un enfrentamiento a la burguesía a la vez que expresa, en germen, el contenido del socialismo: autogestión.

4.3.- La intervención política del partido anarquista en el período revolucionario

Si bien el objetivo del partido anarquista es el de lograr que las masas adopten el programa comunista libertario, no podemos creer que una vez llegado ese momento vaya a desaparecer.
El surgimiento de los órganos de poder obrero, no harán desaparecer de un día a otro a las corrientes burocráticas, reformistas y/o autoritarias. Por el contrario, en ese momento se producirá una agudización de la lucha de clases, que se trasladará al seno de las organizaciones de poder obrero. Esta afirmación no es producto de una especulación teórica, sino que es una constatación de los procesos revolucionarios. Sucedió así en Rusia en febrero de 1917 y en España en 1936. En los primeros tiempos de la Revolución Rusa, la tendencia predominante en el interior de los soviets eran los mencheviques (reformistas), y solo más adelante fueron radicalizándose, para que finalmente, en un golpe de oportunismo, los bolcheviques tomaran el Palacio de Invierno erigiéndose en partido gobernante, transformando en el breve lapso de 4 años al régimen soviético en la dictadura del partido sobre la clase, del comité central sobre el partido y del buró sobre el comité central.
Por esta razón, en los primeros momentos de la revolución, el partido deberá permanecer activo, tomando para sí nuevas tareas: el combate no solo a la reacción burguesa, sino también a las corrientes que quieran montarse sobre la revolución para llevar adelante sus proyectos particulares. En su polémica con Anton Pannekoek, Cornelius Castoriadis [12] afirma:
La clase obrera que formará estos consejos no será una clase diferente de la que existe en la actualidad; habrá dado un enorme paso hacia delante, pero, tomando una expresión célebre, todavía llevará los estigmas de la situación de la que precede. Todavía estará dominada en su superficie por influencias profundamente hostiles, a las que en un principio solo se opondrán su voluntad revolucionaria todavía confusa y una vanguardia todavía minoritaria. Esta, con todos los medios compatibles con nuestra idea fundamental de la autonomía de la clase obrera, tendrá que aumentar y profundizar su influencia en los consejos, y ganar para su programa a la mayoría. Incluso quizás tenga que actuar antes. ¿Qué tendrá que hacer si, representando a un 45% de los consejos, llega a su conocimiento que un partido neostalinista cualquiera se prepara para tomar al poder al día siguiente? ¿No tendrá que intentar apoderarse de él inmediatamente?
[…]
El único momento en que el partido puede acercarse a un papel de dirección efectiva, de cuerpo que intenta imponer su voluntad incluso por la violencia, puede ser en una cierta fase del período revolucionario que precede inmediatamente al desenlace de éste; algunas decisiones prácticas importantes pueden tener que ser tomadas en otro lugar distinto a los consejos si representantes de organizaciones de hecho contrarrevolucionarias participan en ellos, y el partido puede comprometerse bajo la presión de las circunstancias en una acción decisiva incluso si no es seguido en los votos por la mayoría de la clase.
Una anécdota de la Revolución Rusa puede ilustrar este punto. En octubre de 1920 una delegación de varias unidades del Ejército Rojo de Moscú se reunieron en Járkov con los anarquistas de la Confederación Nabat para proponerles “tomar el poder”. “Volin y sus compañeros les explicaron ingenuamente que los anarquistas no buscaban el poder, que las ‘masas’ debían actuar por su propia cuenta y declinaron amablemente la oferta. Anatol Gorelik relata también el incidente y agrega que, si los anarquistas lo hubiesen querido, hubiesen podido tomar el poder en Ucrania, por ser tan grande el prestigio revolucionario de ellos entre los soldados del Ejército Rojo y los trabajadores: ¡había en eso sin embargo mucho por meditar sobre las diferentes acepciones del término ‘poder’!” [13]. Como puede notarse, en aquel momento, una acción encabezada por los anarquistas podría haber derrocado al régimen bolchevique, en un contexto en que comenzaban a generalizarse las huelgas y revueltas contra el comunismo de guerra, y hacer realidad la consigna “¡Todo el poder a los soviets!”.

5. PRINCIPIOS ORGANIZATIVOS

Según nuestra consideración, el partido anarquista debe prefigurar las formas del comunismo libertario. En su seno no puede haber lugar a la existencia de desigualdades de poder, ni puede existir la división entre dirigentes y ejecutantes, propia de las organizaciones autoritarias. Pero a la vez, en tanto que nos organizamos con un fin concreto (la intervención entre las masas para realizar la revolución), en torno a un programa político claro, debemos buscar una serie de principios organizativos que nos permitan llevar adelante dicho programa. De la unidad programática se derivan los demás principios organizativos, que tienden a la búsqueda de la unidad en la acción, por sobre la acción individual y aislada.
En tanto que la unidad de la organización estará basada en el acuerdo político programático, descartamos la posibilidad de la existencia de una organización general de los anarquistas. Por el contrario, aceptamos la posibilidad de la existencia de distintas organizaciones partidarias del anarquismo, basadas en diferencias de carácter programático.
Una última consideración que hace falta hacer es que en este texto no buscamos elaborar la forma organizativa concreta que debe tomar el partido anarquista. La estructura de una organización deberá responder a las propias necesidades de la misma, las cuales se encuentran condicionadas por la lucha de clases, su inserción en esta y sus objetivos. Sí nos interesa dejar planteados los principios básicos de dicho partido.

5.1. Unidad programática

El partido anarquista solo tiene razón de ser en función de un programa político. Es en torno a aquél que los militantes se reúnen, organizan y militan. En este sentido, podemos decir que sin programa no hay partido. Como ya se dijo en el punto 4.1., el programa es el conjunto de propuestas para realizar la revolución. En tanto tal, no es la teoría revolucionaria, sino la aplicación de esa teoría para comprender y actuar en una situación social concreta. En este sentido, no alcanza con “ser anarquistas y estar de acuerdo en la necesidad de la revolución” para ser miembro del partido, sino que se debe acordar con las políticas propuestas por el mismo.
Esta concepción excluye del seno del partido a aquellos anarquistas que niegan elementos fundamentales de nuestro programa, como puede ser la participación en las organizaciones de la clase, para radicalizarlas y que sean las protagonistas de la revolución.
El programa se constituye así en la piedra basal del partido, y por ende es el ordenador de toda la política del mismo. Todas las actividades del mismo deben ser coherentes y estar en concordancia con los postulados programáticos.

5.2. Unidad estratégica y unidad táctica

Este punto se deriva del anterior. Toda acción del partido debe estar ordenada estratégica y tácticamente de manera coherente con el programa. Esta unidad es la única garantía de tomar una acción común en pos de un objetivo igualmente común. Este principio organizativo es la garantía para evitar la existencia de tácticas muchas veces contradictorias entre sí, que redundan en un desperdicio de esfuerzos. El Manifiesto Comunista Libertario expresa este problema del siguiente modo:
Teniendo al programa como base, la organización trabaja una dirección táctica general. Esto le permite explotar todas las ventajas de la estructura: continuidad y persistencia en el trabajo, las habilidades y fortalezas de unos llenando las debilidades de otros, concentración de esfuerzos, ahorro de energías, la facultad de responder a las necesidades y circunstancias con la máxima efectividad en cualquier momento.
Pero esto no debe confundirse con la existencia de una estrategia y tácticas únicas. Por el contrario, entendemos que un partido que actúa a nivel nacional deberá enfrentarse a una realidad diversa, propia de la diversidad de situaciones que se encuentran en una sociedad regida bajo un Estado nacional. En este sentido, pueden existir tácticas diferentes en las distintas provincias, según la estructura social y las relaciones de fuerza que se viven en las mismas. Pero además, dentro del marco de un programa y una estrategia general, pueden existir distintas tácticas para responder a un mismo problema, razón por la cual es imposible reducir a la organización a una o algunas tácticas válidas. El asunto es que las tácticas y estrategias adoptadas guarden una concordancia con el programa y la estrategia general, y en este sentido, existen diversas formas de poner en práctica este principio, impidiendo la falta de respuestas del partido ante problemas políticos concretos.
Pueden existir visiones alternativas sobre cómo abordar una situación concreta. Y la organización puede decidir dar curso a esas distintas alternativas y dejar que la experiencia demuestre cuál de ellas era más adecuada, mientras todas queden enmarcadas en el programa.

5.3. Responsabilidad colectiva

El principio de responsabilidad fue introducido por la Plataforma del siguiente modo: “La Unión entera será responsable de la actividad revolucionaria y política de cada miembro; asimismo, cada miembro será responsable de la actividad revolucionaria y política de la Unión”. Este principio fue duramente criticado por numerosos militantes anarquistas, entre ellos Malatesta [14], para quien la responsabilidad colectiva impediría a las secciones o grupos locales de la Unión (partido) aplicar la estrategia de la manera que crea correcto antes de conseguir el concurso del pleno de la organización, oponiendo a este principio la “responsabilidad moral”.
Claramente, no es este el modo en que nosotros concebimos a la responsabilidad colectiva. Un partido que adopte tal modo de organización estaría condenado a la inactividad. Pero no podemos dejar de señalar la necesidad de la responsabilidad y disciplina por parte de los individuos a los acuerdos contraídos y expresados en el programa, estrategia y tácticas del partido. La solución provista por el Manifiesto Comunista Libertario expresa nuestra posición.
Una vez que las tácticas generales (u orientación) han sido decididas, el problema de su aplicación irrumpe. Es obvio que si la organización ha trazado una línea de acción colectiva, las actividades militantes de todo miembro y de todo grupo al interior de la organización deben ser conforme a esta línea. En los casos en que una mayoría y una minoría se hayan separado, pero que ambos bandos hayan decidido seguir trabajando conjuntamente, nadie puede verse pasado a llevar, pues todos han acordado esta forma de actuar de antemano, y tuvieron un papel en el diseño de esta "línea". Esta disciplina libremente aceptada no tiene nada en común con la disciplina militar y la obediencia pasiva a órdenes. No existe una maquinaria coercitiva para imponer un punto de vista que no sea aceptado por la organización como un todo: hay simplemente respeto por los compromisos hechos libremente, tanto por la minoría, como por la mayoría.
Por supuesto, los militantes y los diferentes actores de la organización pueden tomar iniciativas, pero siempre y cuando no contradigan los acuerdos y arreglos hechos por los organismos apropiados: esto es, si las iniciativas son de hecho, las aplicaciones de las decisiones colectivas. Pero cuando las actividades particulares envuelven a la organización completamente, cada miembro debe consultar a la organización a través de la coordinación con sus órganos respectivos.
Entonces, la acción es colectiva y no es acción decidida personalmente por militantes por separado. Cada miembro toma parte de las actividades de la organización, en el mismo sentido en que la organización es responsable por la actividad revolucionaria y política de cada uno de sus miembros, desde que estos no actúan en dominios políticos sin consultar a la organización.

5.4. Federalismo

El último principio organizativo del partido es tal vez el más importante. Como dijimos antes, la dinámica del partido, su forma organizativa debe proyectar la organización de la sociedad anarquista. Así como rechazamos el centralismo en la sociedad, lo rechazamos también para el partido anarquista. En su lugar, el método organizativo que puede prevenir el surgimiento de autoridades y centros dirigentes en el partido es el federalismo. Entendemos por federalismo el libre acuerdo de los individuos y de las organizaciones para un trabajo orientado hacia un fin común. Pero este libre acuerdo solo puede hacerse real cuando todos sus miembros se hacen responsables por los mismos, cumpliendo las obligaciones aceptadas y siguiendo las decisiones tomadas en común.
El federalismo permite así la articulación de los distintos miembros del partido en todos los aspectos que le competen, permitiendo así su participación plena en los aspectos de la vida del mismo. Es la forma más democrática de garantizar la participación de los militantes en el proceso de toma de decisiones. Pero a la vez, no existe un modelo de federalismo previamente establecido, sino que el mismo puede ser articulado de diversas formas según las necesidades y capacidades del partido.

el gaitaagosto de 2011



[1] Claramente, corresponde hacer un análisis más profundo del modo en que los bolcheviques se hicieron del poder en la Rusia soviética. Pero no podemos dejar de señalar que, más allá del oportunismo y la voluntad de erigirse en dirección y gobierno por parte del bolchevismo, fue la mayoría de la clase obrera la que permitió a un partido erigirse como tal. O sea que la burocratización de la Revolución Rusa no fue solo producto de los errores programáticos del leninismo, sino que fue también producto del escaso grado de autonomía alcanzado por la mayoría de la clase obrera rusa.
[2] Sobre el final de este apartado se hace mención a importantes experiencias partidarias anarquistas y a debates sobre el mismo. Es una síntesis apretadísima, a vuelo de pájaro. Cada uno de los debates y experiencias bien vale un estudio particular, tarea que puede emprenderse próximamente.
[3] Este aspecto, reseñado aquí de manera somera y esquemática merecería un debate y estudio mayor, relativo a la construcción del poder obrero. En este sentido, deberemos avanzar en la discusión sobre los órganos del poder obrero y su relación con las organizaciones sindicales. Además, discutir la relación entre la clase obrera con las demás organizaciones populares que conformarán la alianza social revolucionaria, esto es, el modo en que el proletariado ejerce la hegemonía sobre otras fracciones sociales explotadas y oprimidas no proletarias.
[4] Bakunin, La libertad. Obras escogidas, Buenos Aires, AGEBE, 2005, p. 126.
[5] Tal síntesis era más bien una solución de compromiso y estipulaba que las tres corrientes del anarquismo son “…distintas, pero no contradictorias entre sí, no contienen nada que las haga irreconciliables, nada que las haga oponerse sustancialmente, nada que proclame su incompatibilidad, nada que les impida vivir en buena inteligencia, concertarse para una propaganda y una acción comunes”.
[6] Ver “Primera Conferencia de la Organización Anarquista de Ucrania Nabat” y su “Comentario preliminar” (a cargo de Frank Mintz) en: Frank Mitz (Comp.), Anatol Gorelik. El anarquismo en la Revolución Rusa, Libros de Anarres y Terramar Ediciones, Buenos Aires2007, pp. 97-139 y Adriana Dadà, Class war, reaction and the Italian anarchists. A study of the Italian anarchist movement in the first quarter of the XX century. publicación online en:http://www.fdca.it/fdcaen/press/pamphlets/sla-3/index.htm
[7] Esto no significa que hasta que no estén maduras las condiciones subjetivas la vanguardia, la minoría esclarecida y activa, es decir, los anarquistas, no nos reunamos ni asumamos tareas constructivas. Pero nos debe alertar sobre las condiciones de nuestra labor política. En la actualidad, la lucha de clases marca la posibilidad del surgimiento de destacamentos de vanguardia, que toman la forma de grupos unidos por una serie de acuerdos políticos e ideológicos, dedicados a la elaboración política (teórica y práctica). De esta experiencia constructiva y de la participación de estos destacamentos de vanguardia se derivarán las posibilidades de confluencia orgánica y de desarrollo programático que conformarán el partido anarquista.
[8] Algo similar sostiene el Manifiesto Comunista Libertario: “El programa debe ser determinado por el estudio, la prueba y la tradición de lo que constantemente es buscado por las masas. Así, en el trabajo del programa debe prevalecer un cierto empirismo, uno que rehúya del dogmatismo y que no sea un sustituto a un plan trazado por un pequeño grupo de revolucionarios, y que se demuestre en el pensamiento y accionar de las masas. En este sentido, cuando el programa haya sido trabajado y conocido por las masas, puede sólo aumentar su conciencia. Finalmente, el programa definido de esta manera, puede ser modificado como análisis de la situación y las tendencias en los progresos de las masas, y puede ser reformulado en términos más claros y precisos.
[9] “Consideraciones acerca del programa anarquista” en http://www.anarkismo.net/article/13144
[10] Malatesta, En tiempo de elecciones, Red Libertaria, Buenos Aires, 2007.
[11] Richards, Vernon (Comp.), Malatesta: pensamiento y acción revolucionarios, Tupac Ediciones, Buenos Aires, 2007, p. 111.
[12] Socialisme ou Barbarie, 14 de abril, de 1954, publicada en Cornelius Castoriadis, La experiencia del movimiento obrero 1. Cómo luchar, Tusquets Editores, Barcelona, 1979.
[13] Citado en Alexandre Skirda, “Polémicas en torno del libro de Archinov Historia del movimiento makhnovista”, en Piotr Archinov, Historia del movimiento makhnovista, Tupac Ediciones y La Malatesta, Buenos Aires, 2008.
[14] “Un plan de organización anarquista”, en Il Risveglio, Ginebra, octubre de 1927.

PLAN DE PUBLICACIÓN DE LAS CIRCULARES DE DEBATE PARA LA MILITANCIA ANARQUISTA*

CARACTERIZACIÓN DE LA SOCIEDAD DE CLASES.

a- Por qué vivimos en una sociedad de clases.
• El individuo y la sociedad.
• Necesidad de la organización social.
• El surgimiento de la autoridad: carácter histórico.
• El surgimiento del capitalismo y del estado moderno.
• La particularidad del capitalismo: lo político y lo económico.
• Las clases en la sociedad capitalista.
b.1 – El estado.• Qué es el estado capitalista.
• De las intuiciones de los primeros anarquistas a la necesidad de un estudio sobre la realidad.
• Teorías sobre el Estado capitalista en la teoría socialista: Bakunin, Marx, Kropotkin, Lenin, Gramsci, Ansart, Althuser, el debate Poulantzas – Miliband. Las posiciones de Holloway y Negri.
• Nuevas teorizaciones desde el anarquismo: Loureau, Colombo, Ansart, Federación de los Comunistas Anarquistas (Italia).
• Aportes para la elaboración de una teoría anarquista sobre el Estado capitalista contemporáneo.
b.2 – Para analizar el desarrollo del Estado argentino en los últimos 40 años. Algunos elementos para un estudio empírico.• Los años de dictadura cívico-militar (1976-1983).
• La “transición” alfonsinista.
• El Estado durante el menemismo y en la década del 2000.
• La intervención del Estado en la economía.
• El sistema de partidos.
• Estado y corporaciones.
c- El sistema capitalista.• La especificidad del sistema capitalista.
• El proceso de acumulación.
• Crecimiento y crisis.
• Caracterización de las distintas fases de expansión y contracción de la economía.
• La teoría del imperialismo. Lenin y sus críticos.
• El capital financiero.
• Las distintas teorías sobre la actual etapa del desarrollo económico.
• La crisis económica actual.
d- El sistema patriarcal.• Teoría de género.
• Caracterización del patriarcado.
• La violencia de género.
• La relación entre patriarcado y dominación capitalista: la doble opresión a las mujeres.

LA PRÁCTICA REVOLUCIONARIA

a- La necesidad del Partido Anarquista.• El surgimiento del movimiento obrero y del proyecto socialista.
• El surgimiento del anarquismo.
• El partido anarquista.
• La relación entre el partido anarquista y las masas: a) el programa revolucionario; b) la intervención política del partido en períodos prerrevolucionarios; c) la intervención política del partido en el período revolucionario.
• Principios organizativos: a) unidad programática; b) unidad estratégica y unidad táctica; c) responsabilidad colectiva; d) federalismo.
b- La lucha obrera.• La dialéctica reivindicación/revolución.
• Sindicalismo: porqué y cuando.
• Sociedad burocrática y burocratización de las organizaciones obreras.
• La burocracia sindical en la Argentina. Historia y actualidad del concepto. ¿Categoría de análisis o consigna política? Su validez en la estrategia de construcción del poder obrero.
• Historia del movimiento obrero en la Argentina.
• El nuevo sindicalismo de base.
c- El anarquismo. Historia y formas de organización.• El inicio de una tradición revolucionaria: la Alianza de Bakunin.
• El balance de la Revolución Rusa: la Plataforma.
• El anarquismo español: la Federación Anarquista Ibérica.
• El anarquismo francés en la posguerra: el Manifiesto Comunista Libertario.
• El anarquismo Italiano: de la entreguerra a la posguerra.
• Anarcosindicalismo.


*Nota: el orden de enumeración no se corresponde con el orden de publicación. La propuesta de contenidos, así como la presentación de otras Circulares, queda abierta a iniciativa de las compañeras y los compañeros participantes de los debates. 

PARTIDO ANARQUISTA SINDICALISTA

Partido SindicalistaEl Partido Sindicalista fue un partido político español creado por elanarquista varias veces secretario nacional de la CNT, Ángel Pestaña, en 1932. La tesis de Ángel Pestaña, que perteneció al sector moderado de la anarcosindical, era contribuir al movimiento obrero dotándolo de un partido político que sin inmiscuirse en la labor de los sindicatos colaborase con los mismos pero con plena autonomía. Se diferenciaba con el PSOE-UGT en que pretendía evitar toda supeditación de la labor sindical a los intereses partidistas. Su genealogía se correspondía más con el laborismo británico, una representación de intereses obreros en el parlamento, pero con una finalidad revolucionaria, esto es, la consecución del comunismo libertario, con una organización basada en las cooperativas, los sindicatos y los municipios.
La CNT fue escéptica ante el Partido Sindicalista. El partido, minoritario respecto a la formación anarcosindicalista, dependía de varias células en Madrid, Andalucía, Cataluña, Aragón y Valencia. El partido publicó un periódico llamadoEl Pueblo. La federación catalana otro llamado Hora Sindicalista entre 1936 y 1937 y luego Mañana hasta enero de 1939. El ala juvenil se organizaba en torno a las Juventudes Sindicalistas.
En 1936 dos miembros del partido, Ángel Pestaña y Benito Pabón, éste último por Zaragoza, donde ejercía de abogado laboralista de la CNT, fueron elegidos diputados por el Frente Popular. El partido se desarmó ya iniciada la Guerra Civil Española afectado por la muerte de Ángel Pestaña en diciembre de 1937, teniendo 30.000 afiliados.
En el año 1976, se formó un partido político que se basó en la tradición del Partido Sindicalista de 1932 de Ángel Pestaña. En las elecciones de 1979 obtuvo 9.777 votos (0,05%), la mayor parte los consiguió en Cataluña donde obtuvo 5.932 (0,2%). El partido perduró hasta 1985.

Programa del Partido Sindicalista - 1934

Consideraciones preliminares 

El fracaso de la economía, de la política y de la democracia burguesas es un hecho tan evidente que no puede negarse ya. Pero mencionar este fracaso sin señalar alguna de las causas que lo han provocado es insuficiente, ya nadie satisface, ni aun a los menos exigentes en materia de transformación social. Por lo tanto, apuntemos aquellas que consideramos fundamentales, puesto que al señalarlas encontraremos más libre y expedito el camino de las soluciones que nos proponemos indicar.

El régimen burgués ha fracasado porque no ha sabido resolver la enorme contradicción que resulta de que cuantas más riquezas se crean multiplicando en cantidades verdaderamente maravillosas los productos que han de satisfacer las necesidades todas de los seres humanos, no sólo no pueden satisfacerlas, sino todo lo contrario; puesto que el malestar y la miseria aumentan en la misma proporción, o en proporción mayor si cabe a como aumentan los medios que permitirían satisfacer esas necesidades, haciendo que la vida fuese más digna y más humana que lo es hasta el presente.

Y ha fracasado también, porque a medida que afirmaba la potencia política del Estado, rodeándolo de organismo e instituciones que lo hacían poco menos que invencible, al hombre le señalaba la ruta del individualismo económico y del individualismo político, sin precaver que la dualidad del sistema que creaba provocaría una formidable lucha de intereses, tan formidable y enconada que sólo a través de dificultades sin cuento la puede el hombre entrever y concebir. Y no es sólo esto. Es, además de esto, el que, al reducir al mínimo la resistencia del individuo frente al Poder omnímodo del Estado, por aconsejar al primero el culto de un individualismo exacerbado e inoperante, sentábanse las bases de un desequilibrio tan peligroso para la estabilidad social que sin detenernos a señalarlo en sus pormenores y detalles todos lo conocemos, porque sus consecuencias se manifiestan a diarlo. Por estas razones, el fracaso de la democracia y de la economía burguesas es el fracaso del concepto del Estado liberal y burgués y de la economía individual, que es su consecuencia más impresionante y destacada.

Y si la realidad del mundo es ésta, España no puede ser una excepción. Y no puede serlo porque encuadrada su estructura política en las normas jurídicas que estableció la revolución francesa, aunque para conseguirlo necesitara destruir valores vitales indígenas, como el Municipio en lo político y los bienes comunales y otro en lo económico, el principio liberal y burgués se impuso en nuestro país por las influencias de las ideas predominantes en todos los países de tipo constitucional.

No es aquí lugar apropiado para discernir si pudo o debió hacerse de otro modo, pero sí es el de decir que cuando el Estado liberal y burgués ha fracasado en el mundo entero, y cada país busca el medio de salir de la crisis económica y política a que esa forma de organización los ha llevado, es natural que el pueblo español haga otro tanto, buscando solución a la crisis interna que agota al país, llevándolo a la ruina irremediable. Para ello hace falta que la clase trabajadora industrial y campesina, los técnicos y los intelectuales, los hombres de ciencia y los hombres del saber, todos, en fin, lo que en el trabajo y en la producción sea vital, vean si con su propio esfuerzo, y poniendo en marcha la enorme cantidad de reservas que la economía del suelo y del subsuelo español encierran, y vitalizando sus organismos económicos y políticos, son capaces de superar esa crisis avanzando resueltamente hacia una era de transformación social tan profunda como renovadora.

Aparte esto último, afirmamos que la realidad presente exige y quiere soluciones; pero soluciones claras, concretas y tajantes. ¿Las traemos nosotros? Posiblemente, sí. ¿Cuáles son éstas?

La solución que trae el Partido Sindicalista puede condensarse en muy pocas palabras. Se resume así: No se encontrará solución adecuada a ningún problema político, si no resuelven al mismo tiempo los problemas económicos, mediante una mejor organización en la producción y en la distribución de las riquezas y la toma del Poder económico y del Poder político por las clases productoras. En consecuencia, lo primero que hace falta es imprimir nueva direoción a la economía. Y como la economía actual es una economía de tipo individualista, y ha fracasado, ha de irse hacia una economía de tipo colectivo, en la que el esfuerzo de cada hombre, unido al esfuerzo de los demás en la fuente misma de la producción, enriquezca a la colectividad y al individuo simultáneamente, como natural y obligada resultante.

Consecuentes con este propósito, trabajaremos porque se establezea una economía colectiva, pues orientada la actividad de los individuos hacia una economía de ese tipo, lo político y lo social, que dependen fundamental y absolutamente de lo económico, tomarán esta misma dirección, ya que sería inconcebible una política de tipo individualista en un país de economía colectiva.

¿Cuáles serán, pues, las instituciones y organismos sobre los que el Partido Sindicalista cree necesario afianzar esa organización social futura, una vez hayan triunfado las clases productoras y destruido el Estado y el capitalismo burgués? Sobre tres exclusivamente: Los sindicatos, que tomarán a su cargo la organización de la producción; las Cooperativas, que se encargarán de la distribución, y los Municipios, que serán el órgano de la expresión política de la transformación social a que aspira el sindicalismo. En consecuencia, pues, el Partido Sindicalista impulsará la organización sindical, la organización cooperativista y la organización municipal. Sin embargo, como norma de conducta inmediata hasta llegar a la transformación social, en relación a los Sindicatos especialmente, aunque impulse su creación y exija a los componentes del Partido que sean sindicados en el Sindicato de su oficio, profesión o ramo, respetará e impondrá en todo momento la autonomía sindical, no inmiscuyéndose para nada en el funcionatniento de los Sindicatos ni en las decisiones que tomen. Sin embargo, en casos concretos y precisos, los Sindicatos y el Partido Sindicalista podrán pactar una acción común para la consecución de un objetivo determinado e inmediato. Aparte estas alianzas circunstanciales, las actividades del Partido Sindicalista y las de los Sindicatos se desarrollarán independientemente las unas de las otras.

Además de los organismos citados, como síntesis de la funciones que les son peculiares y comunes a cada uno de ellos, se constituirá un organismo nacional que llene las funciones indispensables a la relación que ha de existir entre las actividades de la vida total del país, organismo que hoy se llama el Estado y que nosotros podremos llamar igual o bien llamarle Confederación de Municipios Españoles. Pues el nombre no hace al caso. Lo que importa es la esencia, y la esencia cambia desde el momento en que el Partido Sindicalista quiere reivindicar para el trabajo, para las actividades científica, artística, cultural, literaria y profesional, la dirección de la sociedad, la gobernación del país, la orientación de la cosa pública, la organización de la economía. Esto queremos y esto nos proponemos realizar. ¿Cómo?

ECONOMIA 

En economía agrícola vamos a la supresión del latifundio y del minifundio. Pero no para repartir las tierras en parcelas individuales que la atomizan sin ventajas para la economía en general, sino para dedicarla a la explotación colectiva.

Las tierras expropiadas pasarán a ser propiedad de los Municipios o del Estado o Confederación de Municipios, los cuales las entregarán en arriendo para su cultivo a los Sindicatos o a grupos de campesinos que lo soliciten. Como período de transición, podrá respetarse la propiedad individual; pero la extensión de ésta no será mayor que la que el individuo y los familiares que vivan en su mismo domicilio puedan trabajar. Esta propiedad, que más que propiedad será usufructo, no podrá
venderse ni enajenarse. Y cuando se mantenga inculta o se abandone, tanto en uno como en otro caso, podrán los Municipios expropiarlas sin indemnización alguna, pasando esas tierras a formar parte de los bienes comunales.

En economía industrial vamos a que, en todas sus manifestaciones, fábricas, talleres, oficinas, sin excepción de ninguna forma de la producción, sean los Sindicatos los que la tengan a su cargo. En ellos, unido el obrero manual y el técnico, de común acuerdo con los organismos de orientación económica que se constituyan, suplantarán ventajosamente a la organización industrial de tipo individualista.

La distribución de los productos seguirá el mismo procedimiento que sigue la producción. Las Cooperativas y los Sindicatos de dependientes se encargarán de sustituir a las formas comerciales del régimen capitalista.

SINDICACION 

Toda actividad productora, sea de la clase que sea, técnica, intelectual, científica, artística o literaria, se encuadrará en el Sindicato respectivo, en organizaciones o corporaciones profesionales. Estos organismos, reunidos entre sí, agrupados por afinidad profesional o técnica, serán los encargados de ejecutar los planes económicos que de común acuerdo hayan establecido. Ante la colectividad, serán cada uno de por sí los responsables de la parte de actividad que les corresponda. Cabe señalar que tanto en el orden artístico y científico, como en el manual y técnico, habrá aspectos de estas actividades que quedarán al margf:n de cualquier forma de organización sindical o profesional, sin más reglas que las que establezcan los que a ellas consagren sus preferencias.

POLITICA 

La organización política a que aspira el Partido Sindicalista empieza en el Municipio, asciende a la Región y termina en el organismo superior que, como queda señalado más arriba, será el Estado o Confederación de Municipios.

Los Municipios gozarán de plena autonomía en los aspectos económicos y administrativos, que es lo fundamental de su existencia. Las comarcas y las regiones se formarán por la libre y voluntaria agrupación de los Municipios, que unas veces obedecerá a razones económicas y otras a situaciones geográficas o de orden diferente; pero en todo momento serán ellos quienes lo determinen.

Del organismo central, Confederación de Municipios, o como quiera Ilamársele, dependerán todos aquellos servicios que: tengan carácter nacional. La clasificación de cuáles son estos servicios, así como la forma en que han de prestarse, lo aconsejarán las propias necesidades y lo determinarán los Sindicatos y organizaciones que los representen.

Para establecerse la legislación y las normas de convivencia social apropiadas, tanto en lo económico como en lo político, lo que hoy se llama Cámara Legislativa o Parlamento Nacional, se transformará en Cámara del Trabajo, a la que sólo tendrán acceso delegados de los sindicatos, de las Cooperativas. de las Corporaciones profesionales y de los Municipios.

La Cámara del Trabajo tendrá carácter nacional. Pero habrá también Cámaras regionales. Estas Cámaras regionales, de acuerdo con los Sindicatos y demás organismos de la producción, elaborarán los planes económicos que necesite cada región. Y la nacional elaborará, con los informes de las Cámaras regionales, el plan general de la economía del país. Los miembros de estas Cámaras serán nombrados en Asamblea de Sindicatos, de Corporaciones profesionales, de Cooperativas y de Municipios.

La Cámara Nacional del Trabajo, al igual que las Cámaras regionales, no sólo tendrán a su cargo elaborar los proyectos económicos, sino que, además, serán las encargadas de velar porque se ejecuten. una vez haya sido acordada su aplicación.

Como programa minimo de reivindicaciones inmediatas, el Partido Sindicalista considerará como tal programa los acuerdos que se tomen en cada Congreso nacional que se celebre.

Constituido a base de una amplia democracia en la discusión de sus orientaciones doctrinales, orgánicamente aplicará una estricta disciplina en la acción a desarrollar por sus organizaciones e individuos.

El Partido Sindicalista rechaza todo principio dictatorial, pero defenderá sus ideas en todos los terrenos, y cuando triunfen por el número, la fuerza y la actividad de sus componentes y simpatizantes. las aplicará sin atenuaciones. .

El Partido Sindicalista exigirá a todos sus miembros, pero especial y particularmente a los que ostenten representación pública en organismos de elección popular y hasta en los del Partido, la honradez más severa y acrisolada. Toda falta en este sentido se castigará severamente, llegándose a la expulsión ruando se aprecie que el caso es grave para la seriedad y buen nombre del Partido.

Al Partido Sindicalista sólo podrán pertenecer aquellos individuos que presten un servicio útil a la sociedad, ya sea en la ciencia, en el arte; en las letras, en la técnica o en los trabajos manuales. Como excepción, no obstante lo apuntado en el párrafo anterior, en las localidades donde sea preciso, podrán constituirse organizaciones de «Amigos del Partido Sindicalista» para agrupar a los que, no pudiendo ser socios por no reunir las condiciones exigidas, deseen colaborar a la realización de nuestro programa.

El Partido Sindicalista acepta la lucha electoral y política no como un fin, sino como un medio para llegar cuanto antes a su finalidad objetiva, pues al aceptarla, sin olvidar la lucha en la calle ni la acción del pueblo mediante poderosos estados de opinión, cree que la aceptacióri, por parte de los sindicalistas, de este medio táctico de lucha, añadido a los que han utilizado hasta hoy, debilitará más rápidamente las posidones actuales que la burguesía y el capitalismo ocupan para el sostenimiento de los privilegios de clase. Advirtiendo que, cuando se le cierren los caminos legales, optará por aquellos que crea más convenientes.

El Partido Sindicalista considerará a todos los españoles por igual y exigirá, por tanto, que todo hombre útil desempeñe una función, trabaje en algo práctico y necesario; que sea, por lo menos, el productor de lo equivalente a lo que consuma. Con esto afirma el SINDICALISMO que el derecho a consumir lleva implícitamente reconocido el deber de trabajar.

Barcelona, marzo de 1934.

Manifiesto del Partido Sindicalista - 1934

PALABRAS ACLARATORIAS 

Si causas ajenas a nuestra voluntad no nos obligaran a ello, hubiéramos prescindido de estas palabras aclaratorias, aunque además de tales pueden considerarse de presentación. Pero la actitud de algunos, incorrecta, calumniosa y agresiva en la mayoría de casos, nos obliga a pronunciarlas.

Por lo tanto, tiene este Manifiesto un aspecto polémico del que debe prescindirse en documentos de esta naturaleza. y si no hemos prescindido de este aspecto polémico, como hubiera sido nuestro deseo, débese a las dificultades económicas con que nos desenvolvemos, que impidieron publicarlo cuando lanzamos la iniciativa de la constitución del Partido.

Dicho esto para justificar nuestro modo de proceder, entremos en materia, después de afirmar clara, concreta y categóricamente que el Partido Sindicalista nace sin compromisos con nadie. Que no estamos al servicio de ningún otro Partido. Que estamos desligados de todo compromiso y que ni éste, ni el otro, ninguno en absoluto nos sirve de mentor, ni menos nos sostiene econ6micamente. y afirmamos más: que el día que debamos contraer compromisos con otros partidos sean éstos los que sean, lo haremos públicamente ya la luz del día, como estas cosas deben hacerse.

Venimos a actuar en política de cara al pueblo; no a chalanear con nadie ni con ninguno. Acertados o equivocados, daremos siempre la cara.

Y sobre esto ni una palabra más. Hemos dicho bastante para que los difamadores nos entiendan. Y para que si tienan algo que decir nos lo digan cara a cara.

NUESTRA ACTITUD 

La constitución del Partido Sindicalista ha sorprendido sobremanera, preocupados todos por lo que pueda representar el nuevo partido que nace. Es indudable, por tanto, que la crítica con que ha sido acogido nuestro gesto ha de llevar el sello inconfundible de la posición política que ocupen aquellos que nos hayan criticado.

Para unos, nuestro gesto es una deserción, un error fundamental y básico, un abandono de nuestras ideas pasadas. Para otros no es esto, pero es una falta de visión que hará infecunda nuestra obra.

Temerario sería decir quién se equivoca. Sin embargo, hay algo que justifica nuestra actitud. y este algo es la realidad que vivimos. ¿Podríamos negarla? Nosotros no; ellos quizá sí, pues siempre están en condiciones de negar hasta lo más evidente, las inteligencias cerradas al examen de los hechos que a diario nos rodean. Las otras, las libres de esa cerrazón mental, no; éstas ya sabemos que no los negarán.

¿ESTAMOS DONDE ESTABAMOS? 

Obligados a contestar las alusiones que se nos han dirigido, tanto porque así lo exige la utilidad de nuestra obra como para fijar nuestra posición con claridad, afirmamos que, salvo una cuesti6n de detalle, estamos donde estábamos. Que éramos sindicalistas antes de construir el Partido y que seguimos siéndolo después de haberlo constituido. Y decimos más: que doctrinalmente nada renegamos de nuestro pasado, puesto que lo que defendimos ayer es lo que venimos a defender hoy. Que las ideas que animaron nuestras actividades dándoles calor y energía, son las ideas que animarán y presidirán nuestras actividades y nuestros gestos de mañana. Sin embargo, y a pesar de las palabras que dichas quedan, fijemos el alcance que damos a esta afirmación.

Para nosotros, sindicalistas, teórica y prácticamente considerados, el Sindicato, dentro del régimen capitalista, ha de ser el organismo que agrupe a todos los trabajadores por su condición de tales, manteniéndose alejado de toda influencia partidista. Sea ésta cual sea. Ni ayer, ni hoy ni mañana queremos una organización sindical sometida a tutelaje. Ni tutela política ni tutela partidista. Defendemos, pues, la independencia sindical frente a todos los partidos. Esto no quiere decir que los Sindicatos no puedan y deban pactar con otras organizaciones para cualquier acto o gesto que a las organizaciones aliadas pueda beneficiar .Pero el Pacto ha de estar libremente consentido y aceptado. Ha de ser la voluntad expresa de los sindicados, libérrima y claramente manifestada.

Y para después, o sea, para una vez realizada la transformación social, para entonces asignamos al Sindicato la organización de la producción. Queda, pues, claro que aspiramos a la independencia sindical en el régimen actual y a que sea el Sindicato el instrumento organizador, estructurador y ordenador de la producción de mañana, quedando transformado el régimen capitalista, haya de llegarse a la socialización de la producción y de la riqueza.

Como órganos de distribución señalamos siempre que podrían serlo las Cooperativas de consumo y los Sindicatos de la Dependencia Mercantil. Ratificamos hoy nuestro punto de vista anterior y afirmamos que todo esto consta en el Programa de nuestro Partido. Por lo tanto, no han cambiado nuestras ideas. ¿Qué se nos reprocha, pues?

TACTlCAS 

¿Son las tácticas las que han cambiado? Tampoco. Defenderemos en lo porvenir las tácticas defendidas en lo pasado. Pero aclaremos: Deferideremos las que hemos defendido, no las que se han practicado en la mayoría de los casos.

Sería pueril que fuésemos más papistas que el Papa. Un día no lejano, cuya fecha se recuerda muy a menudo todavía, rompimos dolorosamente con individuos que habían sido compañeros nuestros de organización, porque, ciegos o equivocados, imponían a la organización sindical y a la clase trabajadora, en nombre de un anarquismo que sin duda desconocían, tácticas que costaron vidas, sangre, sacrificios y deshonor. y si esto es así, al decir que defendemos las tácticas pasadas, nos referimos concreta y escuetamente a cómo entendimos y propagamas nosotros esas tácticas, no a cómo las propagaron, defendieron y aplicaron los demás, especialmente aquellos de quienes nos separamos ¿Qué ha cambiado, pues? Fundamentalmente, nada. Lo que hay es que; además de las tácticas que estimamos necesario entonces practicar, y que seguimos estimándolo necesario también hoy, entendemos que los trabajadores deben utilizar otra: la táctica política, la cual, sin que la elevemos a la categoría de única y excepcional puede ser muy útil y dar beneficios provechosos a las clases productoras, pues a juicio de los que hemos formado el Partido Sindicalista se ha entrado en un período de realizaciones inmediatas, y en estos períodos no utilizar cuantas armas ponga el adversario a nuestro alcance es un error que se pagaría más caro cada día, como lo demuestran los últimos acontecimientos ocurridos en nuestro país.

Nuestro propósito es, pues, bien claro: llegar a la transformación social utilizando cuantos medios tenga a su alcance la clase trabajadora. El movimiento sindical y cooperatista primero, y donde éste no llegue, o lo haga necesario la resistencia estatal y burguesa, unirle la acción enérgica y decisiva de las masas, llevada a la calle cuando convenga, simultaneándola con la acción política en los Municipios y en el Parlamento para obstaculizar los movimientos de nuestros eternos adversarios.

PROBLEMAS DEL MOMENTO 

Pero cuanto hemos dicho más arriba sólo bastaría a explicar la objetividad que el partido sindicalista persigue, pero de la objetividad inmediata, del diario vivir, ¿qué piensa el Partido Sindicalista? ¿Cómo lo ve? ¿Cómo lo estima? ¿Qué soluciones ofrece como acción inmediata a realizar para atenuar los efectos de las torpezas del régimen capitalista? Lo diremos con la mistna claridad y concreción que hemos expuesto lo referente a las orientaciones doctrinales.

EL PARO FORZOSO 

Lo primero que interesa a las clases productoras es resolver la crisis económica que España atraviesa. La solución defínítiva de esta crisis no se alcanzará hasta llegar a la socialización de la riqueza. Pero como hasta que la socialización llegue, la gente no puede estar sin comer, el Partido Sindicalista plantea el dilema siguiente, y lo plantea como de inmediata realización. O se da ocupación convenientemente remunerada a todos los trabajadores manuales, técnicos y de profesiones liberales que haya en el país, o se les asigna un subsidio que les permita mantenerse. No dar ocupación al individuo que la solicita y además de no darle ocupación negarle una ayuda para que pueda subsistir, es un crimen monstruoso, una iniquidad insoportable, una infamia que el Partido Sindicalista combatirá sin tregua ni descanso.

Oaramente, concretamente, pues, reclamamos: o trabajo para todos o subsidio que les ahorre el hambre y la miseria que envilece y anonada.

REFORMA AGRARIA 

La segunda cuestión que se plantea en el orden de las que tienen preferencia inmediata es la de la reforma agraria.

El régimen de propiedad que existe generalmente en Espafia es un vestigio absurdo del feudalismo que predominó en tiempos pasados. Por lo tanto, debe desaparecer, dejando paso a una reforma agraria rápida, fecunda y eficaz. A una reforma agraria que sienta el principio: no debe quedar en España ni un palmo de tierra sin cultivar mientras haya un solo campesino que desee cultivarla. Añadiendo que la tierra debe ser entregada al campesino libre de cargas y gravámenes. Al con- trario: en la medida que sea posible y lo necesite, debe ayudárseie para que la ponga en buenas condiciones de explotación. y mientras esta reforma llega, el campesino debe ser respetado en sus derechos adquiridos sin que pueda ser echado de las tierras que trabaje, indemnizándole debidamente cuando el desahucio esté realmente justificado.

LA VEJEZ DEL OBRERO 

En el plano de las dificultades econ6micas que cada día han de afrontar las clases trabajadoras, ocupa un lugar preferente el de la vejez del obrero; Sobre la inmensa mayoría de familias proletarias pesa la carga de un ascendiente anciano a quien han de mantener.

Ahora bien: ¿es justo que cuando llega para el obrero la edad en que no puede .ganar un salario, sea por vejez, o por imposibilidad física, haya de morirse de hambre o gravite sobre el mísero jornal del resto de sus familiares? Razonemos esta cuestión, estableciendo comparaciones.

Si la sociedad cree razonable que se asegure la existencia, en caso de vejez, de enfermedad incurable o de inutilidad física por accidente o causa análoga, a los que fueron servidores del Estado, el Partido Sindicalista cree que también tienen derecho a una condición igual los albañiles, los carpinteros, los marinos, los ebanistas, los agricultores, los periodistas y los escritores; todos, en fin, los que han trabajado y producido, pues si el militar y el burócrata sostienen al Estado, también lo sostiene el minero, el agricultor, el periodista, el técnioo o el metalúrgico, que día tras día contribuyen a sostener la producción.

Si los españoles creen que debe haber clases pasivas, que las haya; no nos opondremos a ello; pero entendemos que deben considerarse como a clases pasivas no sólo a los ex ministros, a los gobernadores, a los militares y burócratas, sino que han de serlo éstos, pero han de serlo también todos los obreros manuales y técnicos, artistas y pensadores, cuando no puedan ya por su esfuerzo subvenir al sustento propio y de los suyos. Todos con los mismos derechos en el momento de la imposibilidad de ganárselo con su esfuerzo. Todos con derecho a que la colectividad los sostenga en esos períodos difíciles de la vida del hombre.

LOS SERVICIOS PUBLICOS 

Una cuestión que preocupa sobremanera a todos los ciudadanos es la de los servicios públicos, ya sean del Estado o de los Municipios.

Acerca de cómo deben prestarse esos servicios y a cargo de quién debe correr el administrarlos y dirigirlos se ha discutido largamente, llegando a la oonclusión que deben ser empresas particulares, porque el Estado y el Municipio son malos administradores. Sin embargo, el Partido Sindicalista tiene sobre el particular su criterio que expondrá con claridad.

Consecuente con lo fundamental de su Programa, hace la siguiente afirmación: que todos los servicios públicos deben ser municipalizados o nacionalizados, según dependan del Estado o del Municipio. Y al par que sienta esta afirmación hace otra: que la aplicación de las teorías de municipalización y de nacionalización ha de hacerse con la intervención directa, obligada y permanente de los Sindicatos de obreros o de empleados constituidos por los individuos que presten esos servicios. Esto último es para el Partido Sindicalista condición indeclinable en la práctica de la municipalización o de la nacionalización de los servicios públioos en general.

INSTRUCCION PUBLICA 

Nacer este Partido a la vida política y no hablar en su Programa de realizaciones- inmediatas, de c6mo ha de resolverse la instrucción pública en España, lo oolocaría en situación bastante desairada. Hablemos, pues, de ella.

Nuestra afirmación primera es: todo español tiene derecho a la Escuela, al Instituto, a la Academia ya la Universidad. Que empezando por la escuela única, debe el alumno terminar por el centro docente más elevado. Que la selección para los estudios superiores debe hacerse por capacidad y no por condición social. Y que cuando un alumno demuestre condiciones para el estudio, la carrera que quiera estudiar debe ser costeada por el Estado o por el Municipio, o por Instituciones creadas al efecto. El acceso a las carreras superiores no debe ser un privilegio, sino una posibilidad que ofrezca la colectividad al que tenga condiciones y capacidad para seguirlas. Concretamente, pues, afirmamos: debe estudiar quién a juicio de los maestros y educadores tenga capacidad para d estudio, y la colectividad debe estat obligada a proporcionar al alumno los medios necesatios pata que estudie y llegue a ser hombre de provecho para la colectividad.

EL PROBLEMA CATALAN 

Estar en Cataluña, vivir en Cataluña, actuar en Cataluña y no sentir la emoción del problema catalán sería inconcebible, algo colocado fuera y a extramuros de la realidad.

Constituir un pattido político en Cataluña, tener este partido una organización interna federativa y ser, por añadidura, un partido que quiere agrupar exclusivamente a la clase trabajadora en la más amplia acepción de la palabra y no tratar el problema catalán sería más que absurdo completamente inexplicable. Y no exageramos al emplear tales palabras.

Por lo mismo el Partido Sindicalista, nacido y domiciliado en Cataluña, aunque tenga carácter nacional, empieza por reconocer el hecho regional, puesto que su organización interna federativa se lo permite con holgura. Sabemos que esta declaración nuestra no satisfará los furores catalanistas de los partidarios del tot o res (todo o nada), ni los sentimientos anticatalanistas de los centralistas rabiosos. Pero como no hablamos para las exageraciones ni para los dogmatismos fanáticos,
sino para el sentido común de los hombres y para lógica, nos basta con la afirmación de que acatamos y respetamos el problema catalán y la autonomía catalana.

Pero además de respetar esto decimos que, así como nos parece exagerado y extemporáneo de que a estas alturas se nos hable del hecho «diferencial» para hacer de un problema político, económico y social un problema de razas, creemos de razón que se respete la autonomía catalana, al igual que debe respetarse el régimen autonómico cuando otra región española lo consiga.

Defensores, pues, de las esencias y principios del régimen autonómico, nada nos obligaría a encerrarnos en él, cuando nuestro deseo es ir más allá; bastante más allá de lo que va la autonomía actual.

Empieza el Partido Sindicalista por establecer la plena personalidad municipal al declarar que el Municipio será la célula de la organización política del mañana. Y añade a continuación que las Comarcas y Regiones se formarán por la libre voluntad de los Municipios, y que el órgano superior, expresión suprema de todas las actividades e instituciones, será la Confederaci6n de Municipios españoles. ¿Se puede pedir más? ¿Ir más lejos? No. Porque pedir más sería no pedir nada; puesto
que nada se pide cuando lo que se pide está más allá de lo que humanamente puede darse.

Afirmamos, pues, que el hecho catalán autónomo encontrará en nosotros sus más ardientes defensores, pero esto no cegará nuestra razón al extremo de olvidar que la economía catalana y, por tanto, la suerte del obrero catalán están íntimamente ligadas a la economía española y a la suerte del obrero de otras regiones del país. De esto deducimos, pues, que los avances que en materia econ6mica obtenga el obrero catalán habrán de estar forzosamente regulados y de acuerdo con los avances que obtenga el obrero de Castilla, de Levante, de Extremadura, de Andalucía, de Aragón o de Galicia. Esto podrán olvidarlo los partidos burgueses, porque no se colocan en el Plano en que forzosamente nos hemos de colocar nosotros, pero no puede olvidarlo el Partido Sindicalista, un Partido como el nuestro que, por tener raíces doctrinales en el sindicalismo, es un partido genuinamente de productores, de quienes se ganan la vida en el trabajo diario de cada hora.

Ratificamos, pues, nuestro propósito de respeto al problema catalán tal cual está planteado; así como lo ratificamos también en el de superar la situación que el problema crea, convencidos de que aún puede irse mucho más allá en favor del pueblo productor catalán.

Confirmamos, además, estos propósitos declarando que la organización regional catalana del Partido Sindicalista tendrá siempre un margen de libertad en su actuación, compatible con las necesidades que la acción política del Estatuto Catalán le impongan. Y para terminar, decímos que no nos interesa el separatismo; lo que nos interesa es que la personalidad catalana, como la personalidad andaluza, vasca o aragonesa alcance su pleno desatrollo dentro de la unidad que han de formar las distintas variedades de la economía, de la política y de lo social españoles. Así lo vemos y así lo defenderemos.

FASCISMO 

Inútil decir que combatiremos al fascismo. Discrepamos fundamentalmente de los métodos fascistas usados en el extranjero. Y mucho más, infinitamente más, de los métodos y principios que informan a lo que conocemos del fascismo, o lo que sea, español. Por lo tanto, sepan los fascistas que nos tendrán siempre frente a ellos. Y que unidos a los demás que lo quieran, o solos nosotros si los demás no lo quisieran, combatiríamos al fascismo, porque no tiene razón de ser en nuestro país, y porque no da satisfacción tampoco a los que desean una transformación de tendencias y de tipo genuinamente social.

EJERCITO 

Es éste uno de los problemas que más hondamente preocupan a los pueblos. No en balde absorbe el militarismo casi una tercera parte de los ingresos en los presupuestos de cada país.

Por nuestra parte, digamos que somos pacifistas y antimilitaristas por ética y por convicción. Pero reconocemos, sin embargo, que con esa sencillez no se resuelve el problema que la existencia del militarismo plantea. Como tampoco puede resolverse con esa simplicidad la cuestión de saber qué ha de hacerse ante la existencia de otras naciones, de fronteras que nos separan a unos de otros y ante los afanes de dominio y de conquista que sobreviven aún en el hombre corno restos atávicos del pasado. Por lo mismo, hemos de ponernos a tono con la realidad del mundo que nos rodea.

Y si ésta aleja por algún tiempo la supresión lisa y llana de los ejércitos, aspiremos a que el ejército español sea una verdadera milicia ciudadana para la defensa del país.

Para ello, lo primero que debe hacerse es suprimir las castas mllitares formadas al amparo de una condición social económica que otorga privilegios en la vida civil. Nada, pues, de oficialidad de Academia; sino oficialidad salida del cuartel. Y si un día dijo Napoleón que «todo soldado francés llevaba en la mochila el bastón de mariscal», digamos nosotros que todo soldado puede y debe llegar a general. Con esto está dicho todo.

En consecuencia, pues, el Partido Sindicalista afirma que cada ciudadano español debe pasar por el cuartel en calidad de soldado raso. Y después, el que tenga vocación, capacidad y condiciones, puede estudiar la carrera militar, ascendiendo por los grados correspondientes, a medida que demuestre su preparación y sus conocimientos.

Nada de castas ni de clases: soldado raso, hoy; capitán, coronel, comandante, general, mañana. y como en la instrucción pública, al que quiera estudiar y no tenga medios, que la colectividad ponga a su alcance los que necesite. Inútil añadamos que la permanencia del soldado en el cuartel ha de limitarse a lo más breve posible; la necesaria nada más para aprender lo que la instrucción exija. Fuera de ese tiempo ni un día ni una hora más en el cuartel.

PROBLEMA RELIGIOSO 

Epinosa por demás es la cuestión. Reconózcase o no públicamente, es la verdad, sin embargo, que una gran parte del pueblo español está dominada por un sentimiento religioso. No la mayoría, como los exploradores del sentimiento religioso quieren demostrar; pero sí una minoría considerable.

Sean pocos o muchos los católicos y fanáticos, para nosotros son igualmente respetables. Ahora bien, este respeto a sus sentimientos, a sus convicciones arraigadas, no será motivo de persecución por nuestra parte. Pues el mismo respeto que pedimos para nuestros sentimientos ofrecemos al sentimiento de los demás. Y con estos hemos dicho ya lo más importante y lo más trascendente de lo que queríamos decir.

Considerado, no obstante lo dicho anteriormente, el problema religioso como un sentimiento, no debe jamás sacársele de ahí. Llevarlo a la calle para convertirlo en militancia política, en lucha de intereses, en sostén y amparo de la injusticia social, hacer de los púlpitos cátedras desde las que se aconseja el respeto ala desigualdad social, a los bienes ilegítimamente adquiridos y acatamiento a los poderosos y a la tiranía, cuando ésta está vinculada en los privilegios de una minoría de explotadores, esto no; esto lo combatiremos sin miramiento ni consideración. El Partido Sindicalista se revolverá airado contra quienes así procedan y obren.

Por lo tanto, consideraremos siempre que el problema religioso es un problema de conciencia, y como a tal, ha de quedar circunscrito en lo íntimo de los sentimientos individuales y de agrupaciones formadas con ese fin. Fuera de ahí topará siempre con nosotros. Seremos sus más acérrimos contradictores.

COMO ENTENDEMOS LA POLITICA 

Apenas enunciado nuestro propósito de intervenir en la política, lo primero que se nos dijo fue: « ¡Ah! ¿Olvidáis, quizá, que la política es un charco pestilente, una sentina de porquería, un lugar de corrupción inmunda? ¿No sabéis que todos los que van a la política van por su provecho personal, por los beneficios que puedan obtener?» Declaramos que por un momento nos sobrecogió lo rotundo de la afirmación. Aunque supiéramos que no era cierta en absoluto. Pues para nosotros, en política, como en todo lo demás, organizaciones sindicales o de ideas ha de establecerse la distinción debida entre los que dicen tener ideas para vivir de ellas y los que dicen tenerlas para servirlas. Ello nos lleva de la mano a señalar la diferencia que ha de haber entre los que «vivan de la política y los que vivan para la política». y nosotros somos y seremos de los últimos. No de los que vayan a la política para servirse de ella, sino de los que vayan a la política para servirla. Pues nuestra actuación pasada puede servir de garantía para nuestra acción futura.

Entendemos, pues, la política como el ejercicio de una facultad de un procedimiento que permite a los hombres reunirse y establecer normas:para el logro de una mejor convivencia común. Por lo tanto, defendiendo siempre con calor y con pasión nuestras ideas haremos lo posible para no ofender las ideas de los demás. Criticaremos sin injuriar, hasta donde nuestra comprensión lo permita. Censuraremos la labor del adversario, sin recurrir al insulto ni a la infamia. Defenderemos con la máxima energía nuestra actuaci6n, no usando comparaciones odiosas ni provocativas para los demás. Haremos hasta donde la actitud de los demás y las circunstancias nos lo permitan de la política un torneo de ideas, de actividades y de energías, manteniendo una ética y una pulcritud en la contienda. Y como en Castilla dicen: «Que lo cortés no quita a lo valiente», seremos tan valientes como podamos, procurando que a corteses nadie nos gane. Esta será nuestra línea de
conducta en el campo de la política, en el que tendrán siempre nuestras respetos y nuestras máximas consideraciones, y hasta nuesrras alianzas circunstanciales, los partidos y las organizaciones de clase.

¿REVOLUCIONARIOS? 

Al igual que se ha dicho que al inclinarnos por la acción política quizá pretendamos sinecuras personales, se ha dicho concretamente que hemos dejado de ser revolucionarios. Entendámonos también sobre esto.

Si es ser revolucionario gritar y amenazar con la revolución, hacer discursos virulentos, incitando a la gente a la tropelia y al motín diario; publicar soflamas y titulares rimbombantes y llenarnos la boca con apelaciones a la revolución en los mítines, usando frases gruesas para conquistar el aplauso de las multitudes, no; entonces no somos revolucionarios.

Pero si es ser revolucionario trabajar por organizar a la clase trabajadora, sindical y políticamente; crear en ella un deseo insatisfecho de transformación social, preparándola para destruir el régimen capitalista, suplantándolo por un régimen social; si es ser revolucionario sembrar en ella el deseo, el ansia de la victoria para que haga triunfar sus ideas; si es ser revolucionario trabajar activamente para cohesionar a las multitudes trabajadoras tras acciones de utilidad mediata e inmediata, alentándolas en los instantes depresivos y orientándola en los decisivos para la acción, ayudándola a guiarse en los momentos difíciles para el triunfo, entonces sí; entonces somos revolucionarios. No más revolucionarios que los otros. Pero sí tanto como el que más pretende serlo. De esto dejamos al tiempo la tarea de la demostración, pues para nosotros las revoluciones no se anuncian; se hacen. Y en hacerla pondremos todo nuestro empeño, aunque no gritemos cada hora que somos revolucionarios.

TERMINAMOS 

Terminamos por no hacer esta relación inacabable. Sin embargo, quedan aún muchas cosas por decir. Porque lo mismo que hemos señalado matices de lo econ6mico, de lo político y de lo social, dando soluciones adecuadas, pudiémmos habernos ocupado de lo referente a la justicia, a las finanzas, a las relaciones comerciales con otros países, a la diplomacia, a la familia ya otro sin fin de cosas que: podríamos enumerar. No lo hacemos por no alargar demasiado esta relaci6n.

Pero lo haremos en su día. y lo mismo las cuestiones sobre las que hemos emitido juicio sintético y concreto, como aquellas solamente apuntadas en estas líneas de declaraci6n política que con este manifiesto hacemos, serán motivo de examen concienzudo y meditado en los Congresos de nuestro Partido y en la prensa que más adelante publiquemos.

Ahora bien, desde este momento podemos decir que la solución que propongamos a los extremos que aquí sólo figuran apuntados estará guiada por el mismo espíritu de justicia y de equidad que damos a los que aparecen ya con soluciones sindicales. La labor de orientación doctrinal que hagamos mañana no diferirá en nada de la que hacemos hoy. Esta será la mayor garantía de seriedad y perseverancia que queremos dar a la opinión.

Por lo demás, nuestros propósitos son claros y precisos. Van, prácricamente, a eleminar al parásito, al zángano que vive explotando la perseverante laboriosidad de la colmena productora. ¿y cómo queremos eliminarlo? Por la lucha diaria, constante. tenaz. Queremos unir el esfuerzo manual al técnico e intelectual; queremos llevar al convencimiento de todos que, puestos de acuerdo la mayoría de los hombres que hagan algo útil en la sociedad. pueden eliminar, eliminarán, mejor dicho, a los que viven del sudor ajeno. y queremos convencerles de que puede conseguirse sin dictadura, sin fascismo, sin perspectivas horripilantes y sangrientas; bastará a conseguirlo la energía, la voluntad, la fuerza hecha idea y hecha corazón de los que hasta ahora, por las paradojas del destino, siendo los creadores de todo, no han poseído ni siquiera el derecho de trabajar sin descanso para que vivan una minoría de holgazanes. Pongamos, pues, al servicio de las ideas la fuerza que las multitudes representan. y nadie podrá resistirlas.

Y ahora, con la espemnza de ser comprendidos y respetados, saldremos a la liza en defensa de nuestras doctrinas y principios. Que los escépticos se aparten y los enemigos, si alguno tenemos, den la cara. Así mediremos nuestras fuerzas con todos y avanzaremos resueltos a la conquista del cerebro y del corazón de españoles para que las ideas que nos son queridas se convierran en realidad, poniendo límite a la injusticia que se comete con la mayoría de los hombres.

Sólo pedimos que quien nos comprenda y esté de acuerdo con lo que queremos se ponga a nuestro lado. Pues juntos terminaremos antes la tarea.

Nada más por hoy.

¡Viva el Partido Sindicalista!

Barcelona, 1 de julio de 1934...